Política

Latinoamericanos embelesados con el “socialismo”

Las críticas que se le puedan hacer a la economía de libre mercado en tanto que no asegura en automático un bienestar universal ni acaba tampoco con la desigualdad son de mucho menor envergadura que los cuestionamientos —de fondo, ahí sí— que merece el modelo confiscatorio y estatista que promueven los socialistas que se han encumbrado en nuestro subcontinente.

Para empezar, a un “rico” sólo se le pueden quitar sus posesiones una vez y ya. Digamos que eres el Supremo Gobierno y que procedes entonces a incautarle a algún soberbio acaudalado un apartamento vacío que tenga por ahí —como está ocurriendo ahora en Colombia— para que lo habiten quienes nunca pudieron adquirir una propiedad. Ese acto de flagrante apropiación de lo ajeno no le aporta nada al erario. Más bien, en la más idílica de las utopías colectivistas lo ideal sería que a ese mentado potentado (ado, ado, que diría Gil Gamés) le pudieras extraer rentas todo el tiempo: cada vez que el hombre acumule riquezas “beneficiándose del trabajo ajeno” (de su esfuerzo personal ni hablamos porque el espíritu empresarial no es en lo absoluto valorado, ni mucho menos admirado, por los comisarios comunistas) llegas y se las arrebatas. De hecho, eso es lo que hacen los Estados, ahora que lo piensas. Es más, a ese robo le han puesto un nombre: impuestos.

Pues, la maniobra de despojo que llevaste a cabo para reestablecer la justicia social en este mundo tiene el efecto de dejarte sin ingresos a mediano plazo: en un primer momento, la expropiación te permite, en el mejor de los casos, llenar las arcas del tesoro de la nación. Pero después, trasmutada la empresa eficiente y productiva en una Pemex devoradora de dineros públicos o en una CFE que sólo genera pérdidas —por citar meramente un par de ejemplos— la plata no sólo comienza a faltar sino que ya no hay de dónde obtenerla.

Por eso, por ignorar olímpicamente tan básicos principios económicos es que el socialismo fracasa: al combatir la creación de riqueza termina por quedarse sin dinero: los caudales que servían, justamente, para repartir, para subvencionar, para subsidiar y para contentar al pueblo.

Lo que al principio fue el sueño dorado del asistencialismo se vuelve entonces la pesadilla real de una vida de sometimiento al poder en la que no tienen siquiera lugar las perspectivas que ofrecía el anterior sistema capitalista enmarcado en la democracia liberal. Porque, además, ese tal “socialismo del siglo XXI” suprime derechos y libertades de forma tan despótica como el comunismo del siglo XX.

Esta diatriba, garrapateada una vez más por el escribidor de los farragosos párrafos que tienen a bien digerir ustedes, amables lectores, viene a cuento por el extraño embelesamiento de los latinoamericanos —argentinos, colombianos, brasileños y demás— con los referidos socialistas. 


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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