Esta semana se darán a conocer las y los ganadores del Premio Nobel 2021.
Codiciado por su importancia para la adquisición de fama y retribución económica, podríamos preguntarnos si se volvió no solo un reconocimiento internacional para las aportaciones realizadas a favor de la humanidad; sino un símbolo para la prevalencia de la supremacía blanca y masculina.
Personas de la comunidad científica, política y literaria han cuestionado el comportamiento del comité, recalcando que el proceso contiene anacronismos, colonialismo y misoginia.
Por ejemplo: desde su creación, sólo el 6% de las personas galardonadas han sido mujeres, predominando en las categorías de literatura y paz.
Y ningún hombre o mujer negra ha ganado en las categorías de ciencias.
Esto visibiliza las desventajas y discriminaciones que el sistema impone a nivel mundial sobre los grupos vulnerados en sus derechos, como lo son las mujeres y las razas no blancas, pero hay algo más en los reclamos en la comunidad: “hay premios entregados a quien más convenía y no a quien más lo merecía”.
Como ocurrió con Lise Meitner, cuando en 1944 el comité galardonó a Otto Hahn con el Nobel de química ignorando el papel esencial que desempeñó Meitner en el descubrimiento de la fisión nuclear del uranio y del torio.
O el caso de Rosalind Franklin, pues todo su equipo, menos ella, recibió en 1962 el premio Nobel en Fisiología por descubrir la estructura de doble hélice del ADN y su papel en la herencia genética. Rosalind había fallecido cuatro años antes de la entrega y el premio post mortem no existe; sin embargo, sí se hizo una excepción con el médico Ralph M. Steinman y el comité argumentó sus justificadas sus razones.
¿Las cosas están cambiando? Por supuesto, pero ha costado mucho trabajo y es tan profunda la deuda histórica hacia los grupos discriminados que se necesitan acciones que reivindiquen los errores: reconocerles y entregar los galardones negados a quienes opinan las personas expertas sí lo merecían, pero por su raza o género no lo recibieron.
@incidefemme