Quienes andan buscando una opción a la 4T se prepararon el pasado fin de semana con una dotación de palomitas para ver el lanzamiento político de Ricardo Salinas durante el mitin que se organizó con motivo de sus 70 años. Ahora sí —se decía en las redes y entre algunos entusiastas— va en serio y será el inicio de su campaña rumbo a la presidencia de la república. Y la verdad es que se quedaron con las ganas, porque Salinas Pliego no anunció ninguna campaña ni delineó ningún proyecto de ultraderecha para gobernar al país. Salinas Pliego se limitó, una vez más, a hablar de su deuda y a lanzar un enésimo mensaje al gobierno de que quiere negociar con Hacienda. Su declaración de que “en grupo Salinas estamos cansados de tanto litigio” y su “queremos terminar esta pesadilla” y “queremos pagar” deben haber resultado decepcionantes para quien esperaba una proclama decidida, desafiante y sin vuelta atrás frente al poder.
Hay mucha gente que cree que Salinas quiere efectivamente encabezar un gobierno libertario —a la Milei—, él mismo se ha encargado de esparcir esa idea, pero cada vez resulta más evidente que lo que busca Salinas Pliego es elevar el costo de cualquier sanción o acción del Estado en su contra. Dicho de otro modo, la supuesta campaña de Salinas es estratégica: exacerba sus críticas cuando busca tensar la relación con el gobierno y las silencia cuando ve posible una salida negociada. El objetivo final es pagar lo menos posible y evitar que el gobierno actúe en contra de él y de sus empresas. La lógica no es errada, en la medida en que el personaje del Tío Richie crezca y se vuelva creíble, más difícil le resultará al gobierno proceder en su contra embargándole bienes o quitándole concesiones y permisos. Frente a cualquier iniciativa de este tipo, Salinas Pliego se defenderá diciendo que se trata de un atentado en contra de un adversario político y no de procedimientos esperables frente a un simple deudor fiscal.
Sin duda, en circunstancias parecidas han surgido varios de quienes hoy gobiernan el mundo. Y a los gobiernos populistas de izquierda, en varios lugares, les han seguido populistas de derecha. No basta con afirmar que México es reacio a la narrativa de la ultraderecha desde que el traidor Huerta hizo que mataran al presidente Madero en los albores de la Revolución. La verdad es que una crisis económica severa y el desprestigio de nuestra clase política, serían condiciones propicias para que un personaje como Salinas Pliego pudiera prosperar; poco importa si su discurso es paupérrimo. El sábado, Salinas Pliego se despidió ofreciéndonos su visión de cómo salir adelante: “con la chispa del alma, con actitud, con esfuerzo sí se puede” y “los convoco a que juntos cambiemos el entorno, juntos, para que todos los mexicanos brillemos”. Hemos visto cómo en otros países (Argentina y Estados Unidos) lo básico de la narrativa no ha sido un impedimento.
Salinas tiene el dinero y está lo suficientemente emproblemado como para jugar con la opción de aspirar a la presidencia como salida a sus dificultades, pero le falta algo muy importante, algo que sí tenían Trump y Milei: las ganas de revancha, el agravio lentamente macerado, la sensación de humillación que los llevó a ellos a acumular la energía que algo así requiere. Salinas no la tiene. Y se entiende: ¿Cuál agravio? ¿Cuál humillación?
Esto es meramente instrumental.
 
	 
        