La Declaración Universal de Derechos Humanos es bastante clara: Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directa o indirectamente.
Esta participación debe ser en condiciones de igualdad y, resalto: la voluntad del pueblo es la base de la autoridad.
Cuando hablamos de la reforma electoral, tenemos que analizar ¿cómo ésta elimina las debilidades actuales del sistema? ¿cómo se atienden los derechos humanos? ¿mejora la representación y participación ciudadana?
En los medios de comunicación los puntos más resaltados son: la eliminación de la facultad del INE sobre la formación del padrón electoral; la falta de democracia interna en los partidos no es atendida; la criticable reducción del financiamiento público a partidos políticos y eliminación de plurinominales; y que las consejerías y jueces electorales sean elegidos mediante el voto popular.
Podría interpretarse que ningún punto va enfocado a la ciudadanía, incluso algunos parecen limitar aún más su involucramiento y participación, me pregunto ¿dónde quedó la prometida involucración de las ONGs y asociaciones civiles? ¿lo que se dijo en las mesas de trabajo era solo un papel por llenar?
Leyendo el dictamen del Consejo de Europa, sobre los aciertos y riesgos de esta reforma, se concluye que cambiar un sistema, que “funciona bien en general”, conlleva un riesgo inherente de socavar la confianza [que apenas empieza a forjarse].
Eliminar la facultad de realizar los padrones electorales es una pérdida en la autonomía del organismo y la centralización de los procesos podría ser contraproducente, pues se ignoraría la diversidad económica, social y regional del territorio; además, al depender de órganos temporales se obtendría un impacto negativo en la calidad de las elecciones en los niveles estatales y locales.
Elegir autoridades de consejerías y tribunales mediante voto, sería reducir su importe labor a un concurso de popularidad y recursos, rompiendo los principios de certeza, legalidad, independencia e imparcialidad.
Y en todo este análisis (que podría seguir), prevalece la pregunta: ¿y la ciudadanía?