John Michael Osbourne —sí, ese era su nombre verdadero— ha muerto a los 76 años. Pero Ozzy Osbourne, la leyenda, vivirá para siempre, no solo como el icónico músico y personaje que fue, sino como pionero de su género musical, de los reality shows y del sentido del humor que oscilaba entre lo contestatario, lo macabro y lo familiar.
Birmingham fue el lugar donde empezó y terminó todo, y resulta casi perfecto saber que apenas hace tres semanas estuvo con los miembros sobrevivientes de Black Sabbath en ese mismo lugar, literalmente despidiéndose de su público. “Gracias por darme una vida que nunca soñé tener. Ustedes son mi familia. Los amo a todos. Sigan locos. Que Dios los bendiga. ¡Buenas noches!”, dijo al terminar el concierto.
Aunque había hecho giras de “despedida” desde los noventa, esta vez sabíamos que era real. Con la confirmación de su familia de que se fue “en paz y rodeado de amor”, comienza la era de la leyenda. Una en la cual, junto con Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward, creó la semilla del heavy metal.
La censura siempre fue un impulso para Ozzy, quien a través de sus macabros riffs, su juego con la brujería, sus ataques a la guerra y un volumen indescriptible para su época, disfrutaba de incomodar a lo establecido y dar voz a millones de jóvenes que se sentían solos desde finales de los sesenta.
No fue una vida fácil. Los excesos hicieron incluso que fuera expulsado de la banda a finales de los setenta. Su carrera como solista después de eso lo llevó a lugares que no solo no existían, sino que habrían parecido imposibles de conciliar con su imagen de “Príncipe de las Tinieblas”, especialmente durante la era de los reality shows.
Ahí es donde el mundo entero, incluso quienes no eran fans, conoció al caótico hombre detrás de la banda: al padre distraído, amoroso y a quien nadie le entendía nada de lo que decía. Al esposo de Sharon, cuya personalidad y fuerza lo mantuvieron vivo y haciendo lo que amaba a través de los tiempos más rudos. Y vaya que hubo muchos.
Pero lo más importante de Ozzy no es el mito. Es que sobrevivió. Estoy segura de que incluso sobrevivirá a la muerte misma, porque entre emociones, anécdotas inauditas y un sentido del humor absolutamente despiadado y dulce a la vez, todos tenemos algún tipo de recuerdo entrañable del hombre que, “sin querer”, alguna vez mordió la cabeza de un murciélago en el escenario.
El 5 de julio de 2025 se despidió de los escenarios donde empezó: Birmingham. Cantó I Don’t Know, Mr. Crowley, Suicide Solution y, muy emotivamente, Mama I’m Coming Home. Luego, con la banda, no pudieron faltar War Pigs, N.I.B., Iron Man y, claro, Paranoid. Lo acompañaron sus hijos, nietos y bisnietos, y varias generaciones de fans que, con celulares y hasta veladoras, cantaron con él hasta el último momento.
Ozzy Osbourne estuvo al borde de la muerte tantas veces que pareciera que esta es solo una ocasión más donde se burla de ella. Apenas hace unos días se anunció que ese perfecto cierre del círculo, ese concierto con quienes y donde empezó todo, llegará a cines muy pronto. Y sabemos que será un evento brutal, emotivo y, esperamos, a un volumen que opaque hasta a los dinosaurios y superhéroes que pretendan ocupar las salas cercanas.
Así que decir “descansa en paz”, aunque más que merecido, no suena necesariamente apropiado para alguien que seguirá cantando, gritando, reinventándose y haciéndonos reír. Pero agradecer que tuvimos 76 años del más pleno, caótico, excesivo y único Ozzy Osbourne es algo que sin duda pone en paz a todos los que lo amaron y a quienes nos acompañó durante nuestras vidas enteras. Difícil imaginar un círculo cerrado de forma más completa y, entre gritos, crisis, riffs y carcajadas, una existencia más sorprendentemente relevante para sus millones de fanáticos.