La nueva Miss Universo ¡Es mexicana! Qué alegría tener algo sencillo que celebrar, ¿no?
Por varias razones, habíamos seguido su camino desde Tailandia, y hasta quienes no ven el certamen, estaban de buenas. Pero, antes de que se apagara el primer aplauso, llegaron las protestas. Caray, ¿por qué no podemos tener nada bonito?
Primero, el numerito con Nawat: el empresario tailandés llamó a seguridad en plena discusión con Fátima y ella mostró absoluto aplomo. Pero dejó una mancha incómoda sobre su triunfo. ¿Por qué no podemos tener nada bonito?
Luego vino el juez Omar Harfouch —homónimo, pero sin relación alguna con el secretario de Seguridad— diciendo que las finalistas ya estaban elegidas, que renunció, que lo corrieron, que había dicho en una entrevista que nadie se daba cuenta de que todo estaba arreglado.
Y como el mexicano Raúl Rocha, copropietario y presidente ejecutivo de Miss Universo, estaba ahí para ser cuestionado… pues el incendio fue inmediato. ¿Por qué no podemos tener nada bonito?
Después corrió la información sobre los vínculos políticos: la tía de Fátima es senadora de Morena, y su padre, Bernardo Bosch, tiene una muy larga trayectoria en Pemex. Cuando surgió que una empresa de Rocha recibió un contrato millonario de la petrolera, todo el mundo brincó. Para defender o para desestimar a Fátima. ¿Por qué no podemos tener nada bonito?
Estoy convencida de que los hechos se aclararán. Pero sí nos queda la incómoda sensación de que puede ser más viral la idea de un complot, que el simple orgullo de que una mexicana ganara. Hermosa, talentosa y con presencia, sí. Pero colectivamente… ¿qué estamos haciendo mal para no poder tener nada bonito?