Hay dos enormes dificultades al traducir Wicked a la mayoría de los demás idiomas. La palabra wicked no solo quiere decir “mala”, también tiene connotaciones de travesura e incluso de una dulce perversión.
La otra está también en el título de la segunda película: For Good. Claramente puede decir “para siempre”, pero también significar “para bien”. No tenemos palabras para esos dobles significados y son parte del encanto en la búsqueda de las protagonistas en esta versión alterada de El mago de Oz. Pero a veces hay que tomar decisiones así, ni modo. No se puede todo.
Otra cosa que no se pudo —y me duele decirlo— es crear canciones tan memorables como las originales. La regla en los musicales es que salgas con la melodía en la cabeza, y para quienes llevábamos 20 años conociendo los demás temas, las expectativas eran altas.
Es obvio que Ariana y Cynthia (que están fantásticas) recibieron cada una su canción y las dos van por el Oscar. Son lindas: “No Place Like Home” busca explicar por qué Elphaba hace lo que hace, más allá del musical (no era necesario); pero “Girl on a Bubble”, para Glinda, simplemente es reiterativa. Bonita, sí. Y ya.
No estoy diciendo que no gocé mucho Wicked, pero había momentos en los que me sentía más en Star Wars o Jumanji, que en Oz. La verdad es esta: el primer acto es infinitamente más emocionante; el segundo es más emocional. La primera cinta logró eso a la perfección. La segunda, en parte; tras un año —en lugar de tan solo un intermedio— me temo que no pega de la misma manera.