En estos días de festejos patrios surge como acompañante de los discursos oficiales de los gobiernos, de las escuelas y hasta de las familias la disputa por la “verdadera” historia de la independencia nacional. Es una disputa sólo, o casi, de los historiadores y personas con dominio de esa disciplina. A las mayorías poco o nada les interesa, si hay vacación, si hay festejo en la plaza principal, y si la autoridad da “el grito” con vítores a los padres de la patria consagrados en la historia oficial y, antes de y después de, hay fiesta, comida popular, mariachi, cantores de primera y bailes folklóricos, fuegos artificiales en el cielo y luego, al día siguiente, desfile de todas clase de militares, con equipo nuevo, aviones en el cielo, paracaidistas en la plaza y bomberos y cruz roja para aplaudirles con fervor, convicción y hasta agradecimiento.
Calificar todo eso de “mitote”, está bien para las salas ilustradas, no obstante que la calidad de los “verdaderos hechos de la lucha por la independencia” cuestionen el festejo oficial y popular. Ya imagino un aviso del gobierno en los siguientes, o parecidos, términos: “Se suspenden los festejos del 15 y 16 de septiembre por causa de no ser históricamente ciertos los hechos de esos días, según los historiadores. Próximamente se anunciarán para festejar en los verdaderos días y a los verdaderos personajes responsables de nuestra independencia nacional”. El levantamiento popular sería histórico.
La educación nacional puede ayudar a darle su lugar a quienes hoy se les escatima su contribución su aporte a la independencia, a conocer a los opositores y los ataques a los verdaderos independentistas; a conocer y calificar los hechos promovidos por los actores principales, los siempre festejados y los aprovechados de la idea para sacar “raja” cual el diccionario popular nombra esos logros espurios. No obstante, quizá lo importante sea conocer las consecuencias reales en la vida social, económica y política en el México independiente y las diversas grupalidades que manejaron al naciente país, y se hicieron nombre y capitales a la sombra de la nueva sociedad emergente.
Sin embargo, no será pronto observar a un gobierno nacional con la propuesta de modificar la “historia patria” que hoy se enseña por otra con los contenidos, nuevos y no tanto, de otra historia patria. Y rehacer los textos de la educación nacional. Baste un ejemplo: ¿Se podría enseñar y aprender la historia del periodo conocido como “La Cristiada” con las investigaciones más recientes? El lector tiene la palabra.
Ahora que está en disputa los aportes de la tecnología conocida como “Inteligencia Artificial (IA)” y se debate si los escolares tienen o no derecho a utilizarla, se puede hacer por los historiadores y otros investigadores de las ciencia sociales un trabajo para conseguir con la IA textos concebidos para plantear hechos históricos, disputas de los mismos por los conocedores, acceso a los documentos con los datos de apoyo a las diversas versiones, y las preguntas que deben hacerse los estudiantes para disponer de una versión (o varias) de la historia del país, sus territorios, sus épocas, sus gobiernos, su economía y su política, y más si es necesario. Así, las disputas entre los “conocedores” serían sólo parte de un archivo consultable en segundos y materia de reflexión en las aulas escolares.
Más allá de la independencia de Hidalgo o la de Iturbide y Guerrero, está la fascinación de disponer de una herramienta capaz de ayudar a tener las disputas ordenadas por aquellos factores que se considere les conceden mayor o menor legitimidad a los dichos de las diferentes versiones actuales. Sería un proceso similar a lo que antes se denominaba “Minería de datos”. Antes de la IA esa técnica era muy dilatada en el tiempo y en el costo, hoy en una mínima fracción de tiempo, dada la cantidad de escritos sobre la historia mexicana, un buen programa de IA hará la tarea, sino en segundos, si en horas.
El tema importante es el significado de la independencia para los habitantes de este país. ¿Cuál es el valor de la independencia? ¿Somos independientes de qué, de quiénes, de cómo? ¿Es una sólo una idea o es una idea y unas prácticas, las cuales nos facilitan la vida en común? ¿Cuáles son los “peros” de la independencia o todo es bueno? ¿La independencia nos obliga a creer en ciertas verdades o nos da libertad para creer aquello satisfactorio para cada persona? ¿Podemos practicar, hacer lo que nos venga en gana, pues la independencia nos hace libres?
Estas y otras preguntas nos podemos hacer en la escuela, en la familia, en la reflexión personal, si nos interesa saber nuestras “ganancias” con la independencia”. Por ejemplo, la independencia está ligada a la libertad, y la libertad a la justicia. Ganamos dos ventajas con la independencia.
Es grato caer en la cuenta de que nuestra vida, esa de todos los días, es posible por la independencia y es nuestra responsabilidad, aprovecharla, defenderla y completarla. Esto también y sobre otras muchas cosas, es tarea de la educación. Hagámoslo realidad.