Dirigir en materia de educación, sea un grupo como maestro, una coordinación, una escuela, área curricular, sección formativa de una secretaría… es además de algo muy deseado por muchos, pues genera prestigio y bien aprovechada genera conocimiento no es fácil de lograr en otro lugar. Es una forma de verdad capaz de contribuir a conseguir, a más de una capacidad personal muy fuerte, una educación profunda de muchos escolares y un buen número de profesores y personal técnico pedagógico. Dejo de lado las secciones de la organización educadora de carácter político o meramente administrativo.
Alguna vez escuche una voz de alguien la cual aseguraba “el mejor educador es el mejor educando”. Quien a puesto esfuerzo por comprender cómo ha adquirido los conocimientos, habilidades y actitudes que reconoce apropiadas, es capaz de darse cuenta cabal de cómo profesores y auxiliares le han acercado acciones, actitudes, órdenes y consejos (entre otros actos) para lograr que él realice lo necesario para aprender cómo se construye un aprendizaje, con cuáles dosis de esfuerzo, de lectura, de discusión con otros estudiantes, con cuáles preguntas a profesores y directivos, y en cuáles momentos para ser eficaces en dominar datos, métodos, conocimientos y desde luego, reconocer aquello todavía reto para la ciencia, la técnica y la mente: Reto al aprendizaje.
Aprender lo escrito en los libros, en los textos colocados en la computadora o en los productos de la IA no es sino función de la memoria. Le llamamos aprendizaje y no lo es hasta lograr rebase la memoria, la repetición, y avance a facilitar el comprender cuál descubrimiento está ahí, en ese libro, en esa lección del profesor, en esa discusión con sus colegas, en aquella respuesta de su padre o su pariente en quien confía le ayude a aprender… en esa documentación de la IA.
Ese proceso, antes descrito, no es fácil a la primera. Requiere una cantidad importante de experiencias concatenadas entre sí, que formen un cuerpo de afirmaciones explicativas de un fenómeno, o un cuerpo de instrucciones para conseguir un cierto objetivo, o un cuerpo de sugerencias para realizar ciertas acciones con las cuales se producirá un resultado “X” (un número, una sustancia, un hecho físico, una explicación de un “misterio”) cuyo contenido sea calificado con un “ya aprendí”.
En una ocasión pude observar cómo un grupo de 4 – 5 niños conocían el proceso de una semilla para convertirse en una plantita. Un proceso de días, documentado en cuadernos con notas y dibujos. El profesor empezó por enseñarles unas semillas. Pudieron tocarlas, verlas, incluso tratar de ver si adentro tenían algo.
Después de ese examen de la semilla, el profesor les habló de cómo se convertiría en una planta, esto es, si se realizaban ciertas acciones con la semillita.
El profesor les pidió que pensarán que se podía hacer con la semilla para que “creciera”, y pensarán cómo había crecido ellos mismos. Los estudiantes se ofrecieron los datos de alimentos que consumían, los datos de sus haceres en el día: dormir, bañarse, vestirse, desayunar, caminar a la escuela, etc. Así el profesor les hizo reconocer cómo todo eso que dijeron hacía les permitía crecer y les preguntó qué hacer para ayudar a la semilla a crecer. “Ponerla en agua”, “limpiarla muy bien”, “ponerla en la tierra, entre algodones húmedos”, etc. Luego el profesor les ayudó a poner las semillas, una solita, en un cartoncito, otras en un vaso con agua, otras dentro de un algodón, dentro de un vaso con tierra, enterrada.
Pasó el tiempo. Todos los días los niños iban a ver qué pasaba con la semilla, y a punto de abandonar porque “no pasaba nada”, los niños encontraron un par de hojitas en la tierra. Abrieron un poco y vieron a la semilla transformada en algo con raíces y el retoño firme. En resumen la lección después de un rato de pensar y hablar concluyó en aceptar que la semilla, más la tierra, más el agua la transformó en una nueva planta de la cual esa semilla vino en algún momento. Y claro con la discusión correspondiente.
Ningún libro de texto bien hecho, ninguna plática de un conocedor de las plantas, ningún maestro con dibujos, palabras y preguntas hubiera logrado lo conseguido con hacerlo “en vivo” por los propios estudiantes. Además, de las lecciones para la vida, aprender pide observar, pensar por sí mismo, poner en práctica, esperar la maduración, reconocer el cambio y articular a una generalización de lo observado, todo esto con sus límites de posibilidad.
Una dirección, un director, se hace educativo cuando genera en sus colegas la apertura para imaginar cómo se aprende en vivo y a partir de la participación de estudiantes. Un aprendizaje tal como el descrito, desde luego, requiere consolidarse con la información académica propia del tema biológico vivido. Esa es la tarea del director verificar que profesores y estudiantes viven los hechos, los redescubren en el libro, con el profesor y hasta con alguna persona especializada con quien puedan conversar a invitación… del director.
Dirigir, educativamente, pide conocer el rumbo, saber cómo se vive, ayudar a vivirlo a profesores y estudiantes y también, asegurarse se transforme en saber académico vivo. ¿Fácil? No. ¿Necesario? Si