No se siente bien escribir sobre una situación contraria a varios de los principios republicanos queridos por nuestro país, justo después del día en el cual conmemoramos la gesta de la Revolución Mexicana, con la cual se forjaron las bases ideológicas, políticas y económicas de nuestro país.
La marcha ciudadana del pasado domingo 16 de noviembre ha sido atacada por diversos planteos ideológicos incluida una postura antidemocrática que roza en el autoritarismo con cuyas ideas se juzga como admisible solo aquello congruente con la ideología del grupo en el poder en estos días. Tal autoritarismo niega la validez de manifestaciones contrarias a su marco político – ideológico autoritario pues afirma, sin decirlo así, la incapacidad de la oposición popular para quejarse de la deficiente situación de la seguridad pública ejercida por el grupo en el poder, y por tanto solicitar lo necesario para controlar las violencias ahora rampantes en el territorio mexicano.
El gobierno se queja porque la marcha esta patrocinada por “la ultraderecha” contraria al grupo en el poder. ¿Es equivocado expresar las quejas ante una situación de seguridad casi insoportable, porque el quejoso sostiene otra ideología que la del poder? Además, ocurrida la marcha se sigue denostando por haber sido ocasión de violencia contra las personas, ejercida por grupos ajenos a la conducción de la marcha y sospechosamente no perseguidos a la hora buena por ninguno de los cientos de policías destacados por el poder para evitar, precisamente, la violencia.
Con una comparación atrevida, se podría decir que el presidente del club de futbol decidió golpear a los jugadores del otro club con el cual jugaría un encuentro importante. Y, además, atreverse a afirmar que los golpearon sus propios aficionados. Lo que queda claro es la ignorancia acerca de cómo manejar un reto de los contrarios, y además, ganar el partido, sin violencia y con demostración de calidad política acerca de cómo se neutraliza a la oposición.
La violencia organizada no es fácil de reducir desde el poder, y con respeto a las disposiciones legales que norman la acción policíaca y las actividades de inteligencia. Sin embargo, quien está en las instancias de poder, sobre todo cuando disfruta del apoyo popular, sabe las características del contraataque a las organizaciones criminales y puede formar los cuerpos especializados para combatir, con la “ley en la mano” a unas organizaciones cuyo interés es egoísta y siniestro, condición que le gana la enemistad del pueblo llano. Enemistad popular, una arma para favor del aparato del Estado. Con ese discurso puede incrementar sus actos autoritarios… tales como hasta ahora han sido la reforma del INE, la reforma del poder judicial, la disminución de la fuerza del juicio de amparo, el castigo presupuestario a las entidades no morenas y el intento de politizar la recaudación. Y sin mencionar el sostenimiento de un tren, que ahora sólo arrastra pérdidas.
Es imperativo renovar una verdadera austeridad del régimen, y las prioridades frente a los asuntos que más duelen al pueblo: Salud, seguridad, educación y apoyo a la solución de los servicios públicos, sobre todo a los grupos y pueblos más necesitados. Esto es una agenda del Estado para el servicio y la protección de la población frente a sus necesidades y proyectos de vida, vida en este hermoso país mexicano.
No obstante, el régimen califica de equivocación todo aquello necesitado y deseado por buena parte del pueblo sólo con el argumento de no congeniar con las ideas declaradas por el poder, por cierto, no siempre aplicadas en la propia casa. Por eso es imperativo recordarle al hoy poderoso, gracias al voto popular, la importancia de acoger las demandas populares, las demandas de salud y sobre todo las demandas de libertad para pensar con las ideas propias, para buscar justicia con los supuestos de la ley y no con base en el uso “torcido” con el que se amenaza a la oposición.
En el pueblo se piensa libremente, también se sufre con prestancia. A veces más de uno decide ir por la libre y dejar de lado más de una responsabilidad con sus gentes, con el resto del pueblo, y con el país. Por eso no hay derecho que valga para imponerle al pueblo un camino, unas únicas ideas y un modo de vivir. La ley es el educador y de ahí la clave para siempre respetar a la ley común para todos, incluida y sobre todo el trabajo de los miembros de los poderes.
No hay derecho para “desbaratar” la marcha tal como se ordenó desde el poder. No hay derecho a mentir sobre los intereses de quien participó para hacerse oír frente al poder por hijas/hijos desaparecidos. No hay derecho a impedir la manifestación y luego afirmar que fueron “otros” quienes violentaron a los participantes cuando hubo orden de desbaratar la reunión y “correr” con violencia a los marchantes.
En fin, más allá de los sucesos queda claro que el país y su necesita algo que no está logrando, algo importante hoy complicado de conseguir. Estos sucesos recientes piden una revisión de la realidad del país y de las causas reales de las diferentes manifestaciones de descontento, verdaderas llamadas de atención. El político si es verdadero político, usa la política para resolver las situaciones conflictivas, hoy prevalecientes en varios rumbos y regiones del país. Menos discurso, más hechos.