Cultura

Entre mar y desierto

He visto la convivencia de oleajes de arena con variados terciopelos de mar y océano. He caminado entre cactáceas que parecen extender sus espinados brazos para espantar nubes de moscas o mosquitos y he comido carne como liturgia, mariscos bíblicos y una cola de langosta que parecía revivir entre baños de mantequilla. He vuelto a confirmar mi intolerancia al calor (a contrapelo de lugareños que afirmaban —con suetercitos al canto— que “¿calor?, calor calor hace dos semanas que andábamos rayando los 50 grados) y he descubierto que San José del Cabo tiene un aroma a pueblito rulfiano poblado por artesanías, mientras que Cabo San Lucas parece sucursal de Sodoma… hay mucho desmadre, mucho bar y karaoke, muchos yates y pescadores de lujo, hoteles inalcanzables, pero una sola librería para atar ambos Cabos con una población (sobre todo joven) que busca romper las tenazas del vicio y el ocio.

Celebro y agradezco haber sido invitado por el Instituto de la Cultura y las Artes del Municipio de Los Cabos, y en especial a su directora, Tanya Covarrubias Martínez, y a todo el incansable equipo que unió afán y esfuerzos para la realización de la Primera Feria Internacional del Libro de Los Cabos. mar y desierto. Con esto he cumplido el dilatado ensueño de pisar todos los estados de la República Mexicana y en tres días añadir a lo entrañable sus paisajes, su gastronomía fantástica y un tambache de afectos. Incluso, el reencuentro con el poeta, actor, bailarín, cuentista y querido amigo Cristóbal Barreto, navegante lúcido y vigía de esto que llamamos literatura.

Acompañado de poetas y prosistas de gran nivel, con el ánimo de concelebrar a Canadá como país invitado y un ramillete abultado de presentaciones, talleres al pie de un cerro empinado como faro de mar y lecturas en la playa a la luz de la Luna llena esta primera edición de feria debe servir para apuntalar el necesario contagio de una suprema verdad: lo único que nos salva como personas, país y planeta está en los libros, en la lectura, difusión y multiplicación de los libros. En palabras de la directora Tanya: “En este lugar donde el mar besa al desierto, donde la arena guarda memorias de siglos y las olas escriben versos efímeros en la orilla, recordemos que somos como estos paisajes (porque) cada libro es un río que fluye desde la montaña solitaria de un autor hasta el océano colectivo de los lectores” y yo me quedo bogando en la feliz navegación de un mar de arena donde unos versos son agua en el santuario universal de las ballenas donde llevo un libro como salvavidas.


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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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