Algo tuvo Octubre que jamás he de olvidar. El milagro de mi hermana permitió que las cenizas de mi madre finalmente reposen al lado de mi padre, juntos en un nicho donde sus almas emanan toda la vida juntos. Medio año después de expirar en la madrugada, mi madre ha vuelto al bosque de su memoria y mi infancia; a falta de palabras, habló mi hermana amanecida de un coma de meses, caminando asistida e intentando abrir un párpado testigo de un accidente inconcebible. La niña que está recuperando todas las palabras y los nombres, los dos idiomas de su mente y los recuerdos de todo lo que fue feliz, habló al fantasma de nuestros padres quizá sabiendo que nuestra madre se fue de madrugada para salvarla en el hospital, despertarla del coma y conjugar este raro milagro de mi hermanita que vuelve a ser la mujer ya no de siempre, sino la niña renacida que se sabe abuela.
De niños ayudamos a nuestra madre a recuperar su memoria en español, viviendo en un bosque sin eñes que se volvió metáfora de nuestras biografías: bosque es memoria, pero también la amnesia en la que se ahogaba mamá luego de una trombosis inexplicable que le partió la mente y bosque es el paraíso levitante que nos acompaña a todos lados en los primeros pasos que dio mi hermanita y sus primeras palabras y todas la hojas ocres y naranjas del otoño que precedía a la nieve. Volverá el infinito manto blanco y helado como página inédita donde mi hermana ha de escribir toda la vida que le queda por delante gracias al milagro de su resurrección, el encomiable apoyo de sus médicos y enfermeras, pero sobre todo el inmenso amor incondicional de mi cuñado y sus hijos.
Noviembre es también lienzo inmaculado por escribir todos los silencios que ahora celebran juntos mis padres. Quizá uno no anda del todo expuesto y libre por el mundo hasta que los padres se vuelven nube y el eco de tantísimas bendiciones que compartieron, los vacíos y carcajadas, la música y una mirada al filo de dormirse se van filtrando en una niebla apacible que nos regala el vado de poder recordarlo todo, absolutamente todo, incluidos los olvidos inevitables y necesarios que apuntalan el paso de cada vida.