En México, el reciclaje político no sólo aplica a los cargos, también a las excusas. Cada que llega un nuevo gobierno, se abre el telón e inicia la actuación. El que entra dice que no encuentra ni las llaves del baño; el que se fue asegura que dejó todo “en orden y con moño”. Lo hemos visto muchas veces. Lo interesante es cuando el pleito no es entre adversarios políticos, sino entre compañeros de partido. Ahí el golpe duele más, porque saben dónde pegar.
Y eso justo está pasando en el municipio de Huejotzingo donde el alcalde morenista Roberto Solís trae entre ceja y ceja a su antecesora (también morenista) Angélica Alvarado, quien gobernó seis años gracias a la reelección y ahora despacha como diputada local.
Primero fueron las indirectas, luego las acusaciones abiertas al quedar el municipio sin agua por un adeudo millonario con la CFE y el riesgo de que les cortaran la luz por falta de pago. Fue entonces que la crítica se convirtió en denuncia y la pelea en espectáculo.
Alvarado no se quedó callada. Respondió como quien sabe que tiene fuero, curul y padrinos. Pero los números son más escandalosos que los discursos.
La Auditoría Superior del Estado (ASE) detectó un presunto daño patrimonial por 36.9 millones de pesos durante su administración. ¿En qué? En todo: útiles de oficina que nunca llegaron a los escritorios, alimentos sin factura, servicios profesionales fantasma y 123 observaciones que hacen parecer que la contabilidad se hizo a mano, pero con crayolas.
¿Y creen que es un caso aislado? Pues no, porque la capital poblana también aparece en rojo. El exalcalde Eduardo Rivera, hoy aspirante a lo que se deje, carga con su propia loza muy operada de 101.7 millones de pesos en observaciones. Contratos de publicidad, encuestas y medios digitales sin comprobar; documentos que no existen, servicios que nadie vio y facturas que valen más por lo que ocultan que por lo que enseñan.
Claro, ahora vendrán los comunicados y los deslindes. Los “todo está en regla, ya lo estamos solventando”. Y después, como dice Julio Iglesias: “la vida sigue igual”. Aunque el dinero no.