En México la palabra oposición se volvió casi un término nostálgico. Y Puebla no es la excepción.
El partido en el poder avanza sin freno, sin contrapesos reales, sin voces que cuestionen de frente. Porque los que deberían hacerlo, como el PRI y el PAN, arrastran su propio expediente y cada vez que intentan señalar al gobierno, la historia les devuelve el golpe como un boomerang.
Hace unos días, un grupo de panistas cercanos a Eduardo Rivera salió a exigir la comparecencia del secretario de Seguridad estatal, Francisco Sánchez.
El coordinador de la bancada, Marcos Castro, levantó la voz, pero a medias. Un discurso que quiso sonar valiente, pero terminó sonando calculado.
Criticó la estrategia de seguridad, pero sin mencionar al gobernador Alejandro Armenta. Es decir, con cuidado y con miedo. Y cómo no tenerlo.
La oposición poblana carga con una mochila llena de fracasos gubernamentales.
Hablar de seguridad es recordar a Facundo Rosas, el mismo que provocó la crisis de Chignahuapan. Al que le detuvieron a su director de la policía al ser descubierto custodiando a huachicoleros en el Triángulo Rojo. O el caso de Ardelio Vargas, que fue vetado por la propia 4T desde Palacio Nacional.
Ni qué decir de Amadeo Lara, secretario en la administración municipal de Eduardo Rivera, cuando la violencia se disparó en la capital.
Solo por citar algunos casos.
Por eso cuesta trabajo creer en una oposición que exige rendición de cuentas, pero evita mirar su propio espejo.
Porque no es que el actual gobierno lo haga todo bien, sino que sus críticos perdieron autoridad moral para decir lo contrario.
El primer informe del gobernador Armenta está a la vuelta de la esquina y con él, la glosa legislativa.
Será la oportunidad para medir de qué está hecha la oposición, si de valor o de cálculo; si de convicción o de miedo.
Mientras tanto, en los pasillos del poder, el vicealmirante Francisco Sánchez goza de buena reputación.
En la Federación lo ven con buenos ojos. En las reuniones de seguridad nacional ha sido bien evaluado.
Y así, entre silencios convenientes y críticas a medio tono, la oposición poblana sigue buscando su papel.
Pero la política, como la seguridad, no se gana con discurso sino con credibilidad.
Y esa, hace tiempo, la perdieron.
