En enero de 2022, el gran Nacho Marván, por casi tres décadas uno de los profesores e investigadores más destacados del CIDE, tuiteó:
“Con cada una de sus decisiones Romero ha roto con nuestra comunidad, ha perdido autoridad y mostrado su incompetencia para dirigir el CIDE. Solo se ha enredado cada vez más en problemas por él creados. Simple y muy lamentable”.
Nacho, hombre de izquierda y alguna vez muy cercano a AMLO, no usaba mucho tuiter para ese tipo de cosas; pero desde la llegada de José Antonio Romero Tellaeche a la dirección del CIDE, había visto cómo la institución era maltratada por su director y su protectora, la entonces directora de Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla.
Unas semanas antes de aquel posteo, Nacho me había dicho en privado, triste, molesto y sin dudarlo: “creo que lo que harán es dejar que la institución se pudra y les importará muy poco, porque no la entienden ni la quieren”.
Marván no hablaba de oídas. Sostenía conversaciones con Romero intentando hacerlo entrar en razón, y escuchaba las declaraciones públicas tanto del nuevo director como de Álvarez-Buylla siempre hablando mal del CIDE, sí: como si lo odiaran.
En estos años, la fuerza de la institución que por tantos años se había construido ha logrado al menos, medianamente, sobrevivir, pero esa palabra no debería existir sobre una de las instituciones de excelencia académica del país. Las cosas están muy mal.
Un nuevo escándalo provocado por Romero ha explotado en estos días. Lo resumen las sociedades de alumnos del CIDE en una carta a la secretaria de Ciencia, Rosaura Ruiz.
“En los últimos años, diversas denuncias de acoso han sido inatendidas por los órganos institucionales. La precariedad y violencia económica experimentada por el personal académico, aunado al trato despectivo ejercido contra las mujeres denunciantes de ello, revelan, cotidianamente, el dolo de las autoridades. Recientemente, fuimos notificados sobre las conductas misóginas que José Antonio Romero Tellaeche dirigió a las integrantes del Seminario Interdisciplinario de Mujeres, Género y Feminismos. En el colmo del cinismo, el director general interpuso una demanda por daño moral a la doctora Catherine Andrews, destacada académica e impulsora de aquellos espacios seguros que la comunidad requiere”.
Cuando llegó Rosaura Ruiz se esperaba, por su trayectoria, que interviniera en el CIDE. Hasta hoy, no lo ha hecho. La carta está dirigida a ella.
¿Hará algo? ¿Seguirá la pudrición?
Es una duda razonable.