Política

El mensajero será el mensaje

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Es verdad que a Genaro García Luna lo investigaron, juzgaron y condenaron en Estados Unidos, no en México, y que por tanto la medalla no le corresponde a la 4T. También lo es que el refrendo del obradorismo a la justicia estadounidense —que raya en el embeleso— es un bumerang que regresará a golpearlo en el probable caso de que en el futuro algún funcionario del actual gobierno mexicano sea detenido y procesado allá. Y no es menos cierto que García Luna nunca fue panista y que Felipe Calderón dejó de serlo hace algunos años. Pero nada de eso impidió que un chubasco de maná descendiera del cielo de Brooklyn sobre el presidente López Obrador, ni evitó que el PAN y la alianza opositora quedaran atrapados en una zona de desastre.

Esta es la amarga realidad, y si la oposición trata de edulcorarla se va a extraviar más. AMLO ha capitalizado el suceso con la astucia que lo caracteriza y le sacará hasta la última gota de jugo electoral. Sí, también se puede argumentar que el jurado se fue con la finta, que no hubo evidencias sino testimonios de testigos protegidos, que a las autoridades de la DEA et al se les eximió de rendir cuentas sobre el apoyo que le brindaron, lo que se quiera. El hecho es que una corte estadounidense declaró culpable de proteger al crimen organizado al poderoso exsecretario de Seguridad Pública de la Administración némesis de la 4T, quien de por sí despedía un fuerte tufo de corrupción. El golpe es brutal. No creo, como dicen algunos, que sea el último clavo en el ataúd de los aliancistas opositores, pero sí sostengo que lo sucedido el 21 de febrero es un game-changer que obliga a replantear su estrategia.

De entrada, hay algo que sí ha sido sepultado: la peregrina idea de darle la candidatura presidencial a alguien que haya participado prominentemente en alguno de los dos gobiernos anteriores. Uno es sinónimo de corrupción y el otro ha sido arrasado por el fallo de Nueva York. Y aunque en ellos haya habido justos y pecadores, a ambos los estigmatizará la propaganda oficialista, respaldada por la verosimilitud neoyorkina. Vamos, si ya es mala la fama de los políticos tradicionales —así, en abstracto y genérico—, sería políticamente suicida poner en la boleta un nombre concreto y específico cubierto de polvo de aquellos lodos y por tanto carente de credibilidad ante el electorado.

En Estados Unidos se declaró culpable a Genaro García Luna e inelegible a la vieja clase política y tecnocrática mexicana. Quizá la oposición pudiera encontrar en ella a alguien que no evoque ese pasado o que proyecte una imagen diferente, pero le sería mucho más fácil hallarlo(a) en la sociedad civil. No es la partidocracia la que puede gestar ese elusivo y hoy por hoy remoto triunfo opositor; es la energía social del universo muestreado en la marcha del 13 de noviembre y en las concentraciones de ayer la que ha de impulsarlo. Solo desde ahí —lejos de los rostros viejos y las manos sucias que incubaron el virus populista y de alguien o algo que los invoque— será posible contrarrestar la potente narrativa de AMLO. De nada serviría un buen proyecto contra la corrupción y la desigualdad y a favor de la democracia si lo presenta la persona equivocada. En la elección presidencial de 2024, estoy cierto, el mensajero será el mensaje.

Agustín Basave Benítez

@abasave


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Agustín Basave
  • Agustín Basave
  • Mexicano regio. Escritor, politólogo. Profesor de la @UDEM. Fanático del futbol (@Rayados) y del box (émulos de JC Chávez). / Escribe todos los lunes su columna El cajón del filoneísmo.
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