DOMINGA.– Una marcha de la Gen Z empezó a convocarse el 28 de octubre. Invitaba a protestar por la situación de inseguridad del país echando mano de la iconografía de One Piece, el anime que usaron jóvenes principalmente de Madagascar y Nepal en movilizaciones que derivaron en gobiernos derrocados.
Pero en la versión de México resultaba extraño que los aparentes promotores fueran gente que superaba los 40 y 50 años, y que nada remitía al lenguaje de los jóvenes en internet: las fotos y los videos que difundían pecaban de uso excesivo de Inteligencia Artificial (IA), raro en un país que ha desestimado a los jóvenes que buscan organizarse. Ejemplo de ello es el origen del #YoSoy132, cuando los estudiantes tuvieron que mostrar su credencial y afirmar haber estado en las protestas contra Enrique Peña Nieto en la Ibero.
Así que el vacío de transparencia lo ocupó pronto la conspiración. ¿Quién movía los hilos de esta marcha? La pregunta era doblemente terrible: confirmaba la comunicación malhecha y, al mismo tiempo, alimentaba la idea condescendiente de que a los jóvenes siempre los utiliza alguien más.
Al día siguiente de la marcha, el testimonio que se daba en redes sociales era una experiencia delirante, inexplicable: vimos correr fotos y videos propagados con contextos engañosos, marchólogos que daban pruebas de cosas que no pasaron, lo mismo en posteos de X que videos de TikTok.
No había sido el despertar de la revolución ni el frustrado intento de golpe contra el gobierno, ni la movilización perfectamente coordinada por empresarios libertarios, ni una marcha de la Gen Z. Por fortuna, a pie de calle, la historia puede tornarse un poco más clara.
La sospecha de un grupo “Generación Z México”
El 5 de noviembre, Ayax, periodista independiente, publicó en su substack –un espacio de periodismo de opinión que se envía por correo bajo el título “Internet me está consumiendo”– una investigación en la que expuso el vínculo priista de un grupo autodenominado “Generación Z México”.
Consiguió una cuenta de segunda mano en el mercado gris para entrar a Discord. Es una app que nació para organizar juegos en línea y que ahora funciona como un lugar donde se forman comunidades de intereses varios y la interacción es parecida a un grupo de chat semianónimo. Se puso de avatar la imagen de un animé sólo descifrable para jóvenes reaccionarios que pasan demasiado tiempo en línea. Si hubiera moderadores de derecha, la cuenta pasaría de largo, si acaso con una aprobación silenciosa.
Sin mucha ceremonia, respondió a la encuesta de entrada –“¿de qué estado eres?”– y entró al servidor y fue así que tuvo acceso al movimiento que inició la marcha del 15 de noviembre.
Era muy transparente con su organización, publicaba documentos que incluían representantes por estado con nombre de usuario y hasta nombres reales en algunos casos. Las discusiones eran variadas y caóticas. Un usuario que se describe como una persona mayor y de militancia hispanista –un movimiento ‘racistoide’ que busca que la identidad mexicana se afinque más en España que en los pueblos originarios– intentaba aleccionar a los jóvenes.
Varios hilos de cientos de mensajes incitaban el odio a Migala, un activista de izquierda bastante popular por hablar de política desde YouTube y explicar sus análisis con memes. En un hilo “Lista de personas non-gratas”, los usuarios debatían si incluir o no al empresario de TV Azteca.
La discusión parecía orgánica por desorganizada. No así la estética de los documentos del grupo. Su manifiesto era un PDF con una calavera sobre fondo negro y un lenguaje excesivamente formal que parecía apuntar al uso de ChatGPT.
Al analizar los metadatos, se reveló la firma de una agencia con domicilio en Zapopan, Jalisco, llamada Monetiq Agencia. Esa misma dirección corresponde a José Alfredo Femat Flores, exdiputado suplente por el PRI en la legislatura pasada.
En sus redes sociales, esta agencia estaba vinculada a otros grupos, como Erit, que se describe como un despacho especializado en crecimiento digital con uso de IA. El común denominador de ambas es Emiliano Femat Castellanos, quien es sobrino del diputado en cuestión.
La revelación que se retomó en medios nacionales trajo consigo paranoia al interior del grupo que empezó en un servidor de Discord.
Aunque inicialmente Emiliano se defendió de los señalamientos alegando que estaba incluso peleado con su tío, la revelación terminó por dividir a la comunidad. Tras la separación, él se quedó con las cuentas de redes sociales que para ese momento acumulaban decenas de miles de seguidores. Por su parte, los administradores abrieron otro espacio lejos de Emiliano, aunque apenas lograron convocar a la mitad de los 2 mil 600 usuarios que tenían.
Un administrador de Discord, conocido como Meroperro, involucrado en el movimiento, publicó un video donde dice: “La semana pasada se ligó al creador de la cuenta @somosgeneracionz a actores políticos y grupos empresariales, es por eso que nuestra organización reestructuró la forma en que nos vamos a comunicar y vamos a contar con voceros regionales”.
Después reiteró la invitación a la marcha del 15 y compartió las nuevas redes del movimiento. A menos de una semana, el movimiento había sufrido un cisma y las dudas de quién convocaba a la marcha se hacían más grandes y las respuestas más intrincadas.
“Protesta como digo porque soy tu padre”
Cerca de las 11 de la mañana, en el Ángel de la Independencia, iniciaba una marcha como cualquier otra protesta anti-4T de las que organizan la Marea Rosa, la Marea Blanca, etcétera, desde hace seis años. Era una aglomeración de lo esperado: gente de 50 años y más vestidos de impecable blanco pero con dos novedades estéticas: el sombrero estilo viñedo ahora es reemplazado por el vaquero rústico, en solidaridad por el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo; y la innovación de las banderas del anime One Piece.
Los vendedores ambulantes procuran hacer lo de siempre: ganar algo de dinero gracias a esta ciudad que toma las calles un día sí y el otro también. “Son dos por 50”, dice el vendedor de pañuelos blancos que llevan impresos un sombrero del que se desprende un puño en alto.
Los contingentes avanzan 10 minutos antes de las 11 de la mañana y las consignas que predominan tienen que ver con sacar a Morena del poder, solicitar la revocación de mandato de Claudia Sheinbaum y exigir justicia por el asesinato de Manzo. Sin embargo, aunque a simple vista todo se ve igual que siempre en las concentraciones vinculadas a la derecha, hay algo que no termina de cuadrar.
Los contingentes vistos de cerca comienzan a romper la homogeneidad de los cabellos rubios y la tez blanca. Los whitexicans, dirán unos. Entre los de siempre hay gente que carga carteles que anuncian que vienen de Michoacán, de lugares golpeados por el narcotráfico, como Nueva Italia. Algunas señoras, que visten casi como monjas, cargan estandartes de la Virgen de Guadalupe y otras llevan rosarios en la mano.
Intento entrevistarlas pero una me corta de tajo: “Si eres reportero de verdad tienes que decir que cambiaron la bandera de San Jerónimo”, me dice mostrándome una imagen en su celular de la gigante bandera de México que ondea al sur de la Ciudad de México. “Eso no es un águila, es un dragón y lo cambiaron porque los de este gobierno son masones e illuminati”, agrega con convicción plena y la satisfacción de haberme pasado su encomienda. Ni hablar, los estragos de la posverdad han diversificado el delirio.
Entre la multitud un muchacho grita desaforado: “¡Ni un paso a la derecha!, ¡No a la falsa izquierda!”. Su consigna irrita a una señora que lo aborda y lo regaña. Llama “tonterías” a su consigna y le dice que los jóvenes deberían escuchar a la gente mayor que sí sabe cómo funciona la cosa. En este punto, por si no fuera obvio, es clarísimo que no es una marcha de juventudes. En todo caso, un aglutinamiento de enojos.
“Vine a marchar porque me di cuenta de todos los problemas que tenemos. Este país fue gobernado cien años por malos gobiernos de derecha y la falsa izquierda tampoco ha hecho un buen trabajo” dice Alberto Sánchez, de 28 años. “Para que un día tengamos buenas opciones tenemos que ponernos de acuerdo [y] tener cuidado que no se nos cuelen personajes”.
Le pregunto si no es incómodo marchar junto a personas que piensan distinto. “Siento el deber de propiciar ese sentimiento porque todos sabemos lo que pasa cuando la derecha llega al poder”, sentencia.
Apenas dejo de grabar, detrás de mí un señor me toma por el hombro. Volteo y me recibe una mirada de ojos azules y cabello y barba blanca. “¿No quieres ahora entrevistar a un boomer?”, me increpa Emmanuel Moret, de 72 años. “Soy abogado y estoy de luto por haber perdido el Estado de Derecho”.
Su consigna la vienen diciendo los opositores al gobierno, desde las protestas por las reformas al INE y hasta la reforma al Poder Judicial. Le pregunto qué piensa de las investigaciones difundidas que muestran que el PRI se coló en la organización de esta manifestación. “Todos los políticos son astutos y utilizan a la gente para sus fines perversos. Pero ya despertamos”.
Lo escucho y veo a gente mayor, pancartas que citan a Bukele –el presidente salvadoreño con una agenda antiderechos humanos–, un mar de color blanco en el que resaltan símbolos fascistas y banderas libertarias, como las que enarbola Javier Milei –el presidente argentino de la derecha–. Sí había rabia y descontento, pero también la sensación de que la gran mayoría de los asistentes no se estaría manifestando si este gobierno fuera de otro partido.
Tuitazos vemos, investigaciones no sabemos
¿Y la Gen Z? Bajo la sombra de los sombreros. Algunos jóvenes marchan acompañando a sus familias y llevan la vestimenta protocolaria blanca. Como pequeños lunares se distinguen grupitos de chicos que van de negro y se asoman por sus pasamontañas los cabellos pintados de neón. Caminan en silencio con pancartas que no siguen las consignas generales.
Una muchacha lleva una cartulina que dice “No marcho por colores. Marcho porque el sistema apesta igual con todos”. Debajo del mensaje hay un tlacuache dibujado con un collar punk y ondeando una bandera anarquista. Los señores que marchan comienzan a gritarle al grupo de jóvenes “¡Fuera encapuchados!” y a acusarlos de ser enviados de Claudia Sheinbaum, pero ellos sólo guardan silencio y muestran a la furiosa multitud sus pancartas.
La manifestación se detiene en la calle 5 de Mayo. Se asoman la Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional y las barreras metálicas instaladas por el gobierno. Algunas personas mayores tratan de regresar hacia la Alameda y alertan que hay gas y eso genera pánico en la gente que escucha lo que puede.
Al llegar a la plancha los manifestantes se dispersan y vuelven a concentrarse en torno a la asta monumental. Unos cuántos jóvenes golpean con martillos y cadenas las vallas, otro con el rostro cubierto por un paliacate negro grafitea “Pocos huevos” en el muro que resguarda la catedral.
Los jóvenes se abalanzan contra las vallas. Lanzan piedras que consiguen rompiendo los adoquines del piso con martillos y avientan petardos que inquietan a las personas reunidas. Un gas blanco genera una nube que atraviesa a manifestantes y policías, que se avientan y devuelven los ataques. En este primer momento los whitexicans parecen asustados, algunos se retiran y otros guardan distancia de lo que parece el “bloque negro”, nombre que se da al contingente que en las marchas hace pintas, rompe vidrios y se enfrenta a la policía.
Cuando los jóvenes encapuchados tiran una de las vallas de acero, el susto se les va a los señores de blanco y comienzan a celebrar y hasta echar porras.
Entre quienes conforman el choque están jóvenes que cumplen más con la descripción estereotípica de un porro y que son siempre protagonistas de las reflexiones sobre qué diría el manual de Carreño acerca de las formas de protestar.
También hay otros muchachos, verdaderamente jóvenes, que son los que tacharon de sembrados o infiltrados en el camino al Zócalo. Forman un círculo para planear cómo volver a chocar contra los policías. Destaca en la formación táctica una muchacha alta, vestida con una bata con estampado de jaguar, detalles de olán y un sombrero de pirata que adorna su cabeza. Ella hace base y despide a sus compañeros. Los otros rompen el círculo y forman una fila que avanza hacia Palacio Nacional. Las señoras católicas y panistas celebran la ofensiva.
A los pocos minutos, regresan otros jóvenes al punto de base. Están sudados y agitados, algunos se ven rasguñados, lastimados. Las señoras de las buenas maneras los reciben con un amor extraño –entre lo maternal y white savior– y preguntan si están bien, si quieren agua. Les dan la bendición pero los chavos agitados sólo dicen: “Nada, estoy bien”.
Un señor se acerca con su celular a entrevistar a uno de estos jóvenes. Pero lo interrumpe otro señor panzón. “¡No los graben!, ¡no sabemos qué les pueda hacer el gobierno! Debemos protegerlos porque están peleando por nosotros”. Nos quedamos pensando en las capas de esa declaración, que van de lo cursi a lo pusilánime: ¿por qué no pelear uno mismo sus batallas?
El enfrentamiento duró con intensidad hasta pasadas las 4 de la tarde. Los policías hacia el final de la jornada, cuando ya había menos gente congregada, dejaron de aventar piedra y gas, y comenzaron a golpear a los manifestantes, avanzando por las calles aledañas para jalonear a los manifestantes que quedaban y evitar que volvieran al Zócalo.
Al día siguiente el testimonio que circulaba en redes sociales era el testimonio cansino de los marchólogos que opinaban sobre si antes era peor el gas que aventaban los policías, hacían competencias de adivinación sobre el tamaño de una multitud y esparcían teorías de conspiración sobre “quién mueve los hilos” del mentado “bloque negro”.
En las calles hubo un río revuelto y en las redes abundan conclusiones apresuradas de qué pasó y cómo eso sirve para defender o atacar a quienes gobiernan. El interés nacional de la marcha del 15 de noviembre comenzó porque parecía que la convocaban los jóvenes y ahora nadie parece buscarlos. No quienes los usaron como elemento de branding ni quienes los infantilizaron hasta reducirlos a carne de cañón. ¿Dónde quedó la Generación Z?
El mundo no cabe en el delirio de la polarización
Las dudas sobre la legitimidad de la marcha Gen Z activó a otro grupo que se adelantó y salió a marchar en varias ciudades del país el 8 de noviembre, convocando a 400 personas en la Ciudad de México. Marchaban por la situación de inseguridad pero también, en cierta forma, para deslindarse de lo que estaba ocurriendo con la manifestación del 15 de noviembre.
La convocatoria vino de Ana Sotero, quien recientemente ganó el Premio de la Juventud de la Ciudad de México y cuya premiación se hizo viral porque dijo a los diputados “el respeto no se gana con paternalismos, sino desde la lucha y la crítica”; después les reclamó públicamente que la mayoría de los legisladores estuvieran en su celular o hablando entre ellos durante su discurso. “¡Es una burla! Ahí nos demuestran el supuesto interés que tienen con las juventudes”.
Uno de los grupos que atendió el llamado es Proyecto Migala, dice Paula Shun, de 25 años, la representante de Jalisco. “En las mañanas soy activista, en las tardes me dedico a sufrir porque trabajo de godín y en la noche soy maquillista”, dice con su personalidad liviana y encantadora, y luego suelta una risa cantada.
De acuerdo con Paula, Migala busca explicar a los jóvenes que “todo es política, hasta escuchar a Peso Pluma y echar chisme”. Esa liviandad la aterrizan en proyectos como conversatorios sobre temas urbanos, cine al aire libre, revistas, talleres artísticos y hasta manifestaciones para empujar las causas que les mueven.
De acuerdo con ella, hoy trabajan para hacer de Migala un partido político nacional que les represente, y cuentan con capítulos de su movimiento en Coahuila, Estado de México, Michoacán, Ciudad de México, Querétaro, Puebla, Baja California, Nuevo León, Tlaxcala y Oaxaca. Me cuenta que algunos integrantes preguntaron si ellos apoyarían la marcha del 15 y la postura del grupo fue no irían como movimiento.
“Siento que nadie sabe cuál es el propósito de la marcha del 15. Para empezar ¿por qué la llaman de la Gen Z si la seguridad es algo que nos afecta a todos?, ¿por qué cuando hay paros y manifestaciones en las universidades no las llaman movimientos de la Gen Z? Esos sí son jóvenes y lo que veo es que están buscando nada más apropiarse de una narrativa para hacerse los buenos”.
Paula Shun se refiere a los paros estudiantiles convocados por alumnos de la preparatoria CCH Sur desde finales de septiembre y al que se han unido varias facultades de la UNAM para exigir seguridad en los planteles, detener la violencia de género en los mismos y atender la salud mental de los estudiantes.
Otra de las asociaciones que acudieron al llamado anticipado fue el Frente Memero Subversivo. Un grupo de cerca de 150 administradores que hacen memes para promover sus ideas y hacer “guerrilla comunicacional”.
“Cualquier guerrillero de los setenta nos daría una regañada por usar Instagram. Tenemos los micrófonos en el culo y ChatGPT sabe todo lo que pensamos, pero así surgió y con esas contradicciones hemos avanzado y hemos logrado pequeñas victorias en el campo de la discusión pública”, explica Lucio, quien se describe como vocero del Centro de Estudios Anti-anticomunistas.
No puedo saber la edad de Lucio porque cuando hablamos lleva puesta una máscara de tela que lleva impresa el rostro de Luigi Mangione, unas gafas negras y una gorra verde que dice Make Israel Palestina Again, en alusión al slogan trumpista, pero conversando me doy cuenta de que ya está en sus treintas.
“En la arena política el que gana la batalla del humor, gana el proceso discursivo, aunque sea en el plano más visceral, por eso es importante. Y sí juntamos sólo 400 personas, una marcha pequeña, pero convocados por puras cuentas de memes en menos de cuatro días tampoco es poca cosa”, dice Lucio.
Lucio comenta que el Frente Memero Subversivo ha estado apoyando otras causas, como las marchas que se dieron contra la gentrificación o las protestas a favor de la jornada laboral de 40 horas. Ve descontento entre gente de su edad y más joven con el gobierno actual, pero no necesariamente por los mismos motivos que la gente afín al PRI y al PAN. Mucho del mundo no cabe en el delirio de la polarización.
La movilización Gen Z que tomó rumbos desoladores
Un día antes de que Ayax publicara la investigación, tuvo una entrevista con Meroperro, uno de los miembros que organizaba el movimiento Gen Z en Discord. “No mames estuvo fuertísimo”, es lo primero que dice en un audio de casi cuatro minutos donde explica que vio a un joven frustrado porque la organización de la marcha se le estaba saliendo de las manos. No sabía en quién confiar y se sentía inmerso en un movimiento que estaba tomando rumbos desoladores, como el terminar lavándole la cara al PRI y al PAN.
Después de la marcha, Ayax volvió a conversar con Meroperro a través de notas de voz en WhatsApp para conocer sus impresiones, más cuando comenzaba a circular que harían una nueva marcha el 20 de noviembre por la mañana y de la que los integrantes del Discord ya se deslindaron. Uno de los usuarios, incluso, filtró en el chat los datos personales del organizador.
“Esa marcha la está convocando Emilio Castellanos (sic) y nosotros nos mantenemos escépticos. Lo que hicimos fue muy mediático y dudo que en cinco días logren más participación de la que hubo. Es que al final no se trata sólo de marchar y de salir y de tirar vallas. Ya vimos que se puede, pero ¿qué vendrá después?”, dice Meroperro en uno de los audios.
Explica también lo que hablaron los de su grupo de Discord el 15 de noviembre por la tarde noche. Que estaban conscientes de que había mucho militante panista y que hasta cierto punto fueron manipulados. “Me acuerdo de un señor incitando a que fuéramos a las vallas. En ese momento uno está caliente y no piensa mucho, pero ya reflexionando sí pensé: ‘ah cabrón, ¿por qué tú no te metes?’. Al final es el pueblo contra el pueblo, los jóvenes contra los policías”, agrega.
Sin embargo, la historia que narra Meroperro no concluye en un “tenían razón”; por el contrario, en sus palabras hay emoción por seguir organizándose con el grupo que ya crearon, depuraron y que recuperó los usuarios que había perdido tras la división provocada por Castellanos, hasta volver a los 2 mil 600, de acuerdo con la información de Konejitorabioso, uno de los jóvenes que participa en este nuevo servidor de Discord.
“Sí es cierto que estaban los panistas, pero también había mucha gente que fue por su cuenta, que se sumó porque estaba inconforme. Nosotros lanzamos consignas en contra de todos los partidos y al final fue un parteaguas. Ahora nos importa trabajar en saber para qué hacemos esto y a dónde vamos”, cierra Meroperro y después añade. “La gente se organiza, piensa y puede estar equivocada, pero como dijo ‘el cabecita de algodón’: el pueblo no es tonto, tonto es el que lo piensa así”.
GSC/ASG