DOMINGA.– Miente quien diga que no lo hubiera presentido. “No tardan en matarlo”, me había dicho un periodista local al teléfono, pocos días antes de llegar a una cobertura a Michoacán. En su voz había la certeza serena de quien predice la caída de la lluvia tras las nubes de agosto. “Está bien caliente el pedo, en cualquier momento lo matan”.
El encuentro ocurrió el miércoles 16 de abril de 2025. Me encontraba con el equipo de filmación de un documental, veníamos de seguir los recorridos de la Guardia Comunitaria de Cherán. Entrando al municipio de Uruapan con la luz del sol descendiente de frente, avanzamos por la carretera Uruapan–Carapan. Como si peinara el cielo en círculos, como un ave hambrienta, un helicóptero daba vueltas sobre el perímetro.
Íbamos a encontrarnos con Carlos Manzo Rodríguez, entonces alcalde de Uruapan, con quien habíamos convenido una cita en su oficina de la presidencia municipal para acompañarlo a él y a su equipo en un operativo de seguridad. Con el atardecer pisándonos los talones, sólo pensábamos en la excusa adecuada a nuestra impuntualidad.
De Carlos Manzo sabíamos poco en el carro. Exdiputado federal por Morena, con 40 años de edad, había decidido lanzarse con una candidatura independiente a la gobernanza de su municipio natal, a través del proyecto ciudadano Movimiento del Sombrero. Ya como presidente de Uruapan, solía encabezar casi a diario operativos de seguridad que comenzaban tarde y se extendían a veces hasta la madrugada o el amanecer. Y lo documentaba en sus redes sociales.
Unos días antes, el 8 de abril de 2025, hombres armados habían disparado al helicóptero en el que Manzo viajaba mientras realizaba un sobrevuelo de vigilancia. La situación del municipio que gobernaba –y los caminos que llevan a éste– se conocía de sobra, era tensa.
Pienso esto mientras conducimos. Al otro lado de la carretera, un grupo de camionetas blindadas de la policía, con torretas y sirena prendidas, pasan veloces a contrasentido, siguiendo unas a otras con dirección al centro de ese círculo que había dibujado el helicóptero en el aire.
Renunciando a la prisa que nos urgía a llegar con razonable destiempo a nuestra cita, tomamos el primer retorno y seguimos las camionetas a prudente distancia. Al llegar a un entronque, vimos estacionados vehículos pertenecientes a distintas dependencias de seguridad. Tras identificarnos como periodistas con dos oficiales de mirada incrédula, que nos devolvieron los documentos sin perdernos de vista, nos acercamos al hombre que con un sombrero daba instrucciones a los uniformados.
–Presidente, buenas tardes, tenemos una cita con usted.
No exento de amabilidad, el alcalde de Uruapan nos observa por unos segundos con un escrutinio casi escéptico, y tras responder a un llamado del radio que llevaba enfundado en el cinturón, se calza el sombrero y nos extiende la mano. Viste una guayabera blanca, de manga larga, y sobre ésta el chaleco antibalas con la insignia de la Secretaría de Seguridad Pública del municipio.
–Claro, ¿cómo no?, pero vamos primero a la presidencia, por favor, tengo un evento. Después de eso nos acompañan al operativo.
Carlos Manzo no temía enfrentar a grupos delictivos
Había llegado entre aplausos a la sala de cabildo, sudando, aún agitado por la adrenalina del patrullaje. Un grupo de mujeres de edad avanzada, al descender de su camioneta en el estacionamiento, lo había recibido con moderadas alabanzas. Sentado junto al secretario de Ayuntamiento, Carlos Manzo preside el evento de rutina ante unas 80 personas, algunos jóvenes pero la mayoría adultos mayores.
En sus discursos decía que limpiaría a Uruapan de la delincuencia que había tomado al municipio. “Estamos luchando para limpiar esta porquería que nos está matando a todos”, declaró en un video en sus redes sociales luego de asumir la presidencia municipal en septiembre de 2024.
–Muchos están muy molestos y enojados con nosotros. Enojados porque les quité el ‘chayote’ y todos esos privilegios. Pero ya lo he dicho, mientras yo sea presidente municipal los recursos van a ser para la gente –dice el funcionario a los concurrentes.
En el cabildo, se entregan vales de apoyo y se dan anuncios, algunos casi parroquiales: habrá nuevo alumbrado público, se reparó un camellón, se pavimentó una cancha de futbol, se han resanado los puentes peatonales, se construyó el nuevo edificio del DIF municipal. Entonces, pregunta al micrófono:
–¡Víctor Garfio!, ¿quién es?
Un hombre de unos cincuenta años alza la mano.
–¿Tú nos pediste apoyo para construir un puesto de tacos? ¿Tienes problemas de salud y es tu única fuente de ingresos?
El hombre asiente y el alcalde vuelve a mirarlo.
–Se te va a entregar un vale en especie por esta cantidad, y lo vas a hacer válido en la oficina de presidencia.
La gente aplaude. Uno a uno se entregan vales a los concurrentes. María Eufrasia solicita apoyo para los medicamentos de su nieto. Guadalupe Ángel pide material para reconstruir su casa tras un incendio. “Esto es para usted, ¡ánimo!”, les dice. Con el sombrero reposando sobre la mesa, el alcalde estrecha la mano de quienes reciben los apoyos del Ayuntamiento, a veces de manera calurosa, a veces con ligera distancia.
En su mirada hay inquietud, en ella parecen alternarse la disimulada consternación de quienes sufren en silencio y el vigor juvenil de quien espera entusiasta el anochecer.
Carlos Manzo iba tras las células delictivas que extorsionan y roban
Caminamos cuesta abajo en silencio por una brecha enlodada en una comunidad llamada San Lorenzo. El alcalde va adelante con dos uniformados, uno de ellos es el general Francisco Nieto Osorio, secretario de Seguridad Pública. Las calles están vacías. A lo lejos suena el ladrido de un perro, después el mugir de una vaca. Nadie habla. Los policías deliberan con señas y murmullos, se asoman a un terreno, rodean el lugar aluzando con las linternas y al no encontrar lo que buscan regresan a las camionetas. Es la una de la madrugada del 17 de abril de 2025.
–Vamos a movernos a otra zona –nos dice el alcalde mientras se quita el sombrero y se sube a la camioneta– porque seguramente aquí tienen punteros los delincuentes. A veces dentro de las mismas corporaciones puede haber policías que están jugando doble bandera, por eso siempre hay que llegar [de] factor sorpresa, muy calladitos, ser muy discretos. No se puede confiar uno de nadie.
–¿En nadie, presidente Manzo? –pregunto.
–Sí. Desde luego el equipo que aquí me acompaña es un equipo que está seleccionado, que yo he ido construyendo; pero bueno, los temas de seguridad son muy delicados, entonces dicen que confiar es bueno, pero desconfiar es mejor.
El operativo comenzó pasadas las 11 de la noche del 16 de abril. Hemos recorrido distintas calles y colonias de la periferia de Uruapan en donde, según cuenta el alcalde, ha habido reportes recientes de levantones y secuestros.
Los operativos consisten, fundamentalmente, en la detección de sujetos sospechosos, motociclistas y vehículos que transitan a altas horas de la noche, con vidrios polarizados; así como acudir a los llamados de urgencia de la ciudadanía, como el de unos balazos que vecinos denunciaron se habían escuchado cerca de un domicilio al que acudimos.
La semana anterior, durante un operativo aéreo y terrestre, mientras sobrevolaba la zona de Caltzontzin, delincuentes dispararon al helicóptero en el que viajaba, Manzo grabó y subió a sus redes sociales el video de los disparos. Al final el sujeto, que se había robado un vehículo, fue aprehendido.
–En esa zona se han ubicado células delictivas que también extorsionan, matan, se dedican al robo de vehículos. Ahí han tenido también muchos enfrentamientos el Ejército y la Guardia Nacional.
El alcalde no deja de mirar por la ventana mientras la camioneta avanza por la carretera, casi a la entrada del pueblo.
De vez en cuando, con la vista fija en el paisaje, como si le revelara la pista hacia algún hallazgo, da instrucciones por el radio.
–Vaya checando las laterales y prendan las luces.
–Presidente, ¿este recorrido lo hace todos los días? –pregunto.
–Sí.
–¿Y a qué horas duerme?
–Trabajo en la tarde y en la noche, aunque en la mañana también. Entonces me desvelo. A veces los operativos se pueden extender hasta las seis o siete de la mañana. El otro día, como a las 2:30 de la mañana, nos reportaron que un carro con varios individuos habían asesinado a una persona. Los topamos en una de las avenidas principales de Uruapan, los perseguimos y se desató una balacera como a las 3:30 de la mañana.
–¿En algún momento, durante estos operativos, ha sentido miedo?
–Pues se siente adrenalina, adrenalina pura, pero me gusta.
Las camionetas en las que viaja el equipo de seguridad de Carlos Manzo se detienen por unos momentos. Guardamos silencio. El alcalde toma su radio. “Muy bien ‘Jaguares’”, dice, “incorpórate hacia la Calzada Benito Juárez, aquí por la ‘charanda’. La camioneta se vuelve a poner en movimiento y reanudamos la conversación”.
–Pero el miedo es natural al hombre y la única manera de vencerlo es enfrentarlo y más si estás haciendo las cosas bien y estás luchando por una causa que es justa. La realidad es que Uruapan tiene mucha presencia de grupos de actividades ilícitas; pero bueno, dentro de nuestras competencias hacemos lo que está al alcance de nuestras posibilidades.
“Inclusive asumimos roles que le deberían de corresponder a la federación, al Estado. Si vemos que las cosas empeoran y no hay apoyo, o no hay suficiente apoyo, tenemos que salir a atender el llamado de la ciudadanía. Desde luego no puede uno cantar victoria y decir que estamos bien. Estamos mal pero antes estábamos mucho peor”.
–Entonces, ¿usted optó por participar de manera directa en los temas de seguridad?
–Estoy consciente de que una sociedad debe cambiar combatiendo la pobreza, invirtiendo en educación, en el deporte, en la cultura, en el talento artístico de muchos niños y jóvenes. Pero la otra parte es la aplicación del Estado de derecho. Si no se utiliza ese poder [...], lo demás no sirve de nada.
“Porque la delincuencia o los delincuentes, mientras no les hagan nada, es muy difícil que se puedan recuperar. Se tiene que invertir en programas sociales, en educación, en combatir la corrupción y apostarle a la tecnología. Pero también tiene que haber mano dura. Tenemos que poner un límite donde nadie deba transgredir la estabilidad social”.
"Cuando quieran, aquí estamos a la orden"
Le pregunté si había una figura histórica que lo inspirara o fuera una referencia. El político de Uruapan respondió:
–Pues hay muchos líderes que han luchado a través de la historia, en diferentes rubros. Desde la manera institucional, la resistencia civil pacífica, hasta la armada. Zapata, Villa, muchas. En América Latina, pues ahí está el Che Guevara, Simón Bolívar, muchos.
Son las dos de la mañana y las calles están vacías. Transitamos por una avenida al norte de la ciudad. La camioneta prende la sirena y da vuelta en u con brusquedad, acelerando hasta alcanzar a un vehículo con varios jóvenes al interior. Al emparejarlos, el alcalde les hace una seña de que se orillen y baja la ventana.
–¿A dónde van?
–¿Qué dice presidente? ¡Aquí a San José de la Mina!
–¿Y de dónde vienen?
–Aquí del ‘Bigotaco’.
–¿Ahí trabajan?
–Sí, ¡puro taquero!
–¡Órale, cuidense!
–Ya dijo, gracias.
El alcalde vuelve a mirar al frente, “mucha gente trabaja en las noches. En taquerías, y restaurantes”. Volvemos a avanzar. “Apaguen torretas, todos, por favor”, dice por el radio al resto del convoy. Nos dirigimos a la presidencia municipal. El alcalde ha decidido poner fin al operativo.
Al bajarse del vehículo se calza el sombrero. “Cuando quieran, aquí estamos a la orden”, dice al despedimos. Acordamos volver a acompañarlo antes de terminar el año. Carlos Manzo fue asesinado la noche del 1 de noviembre de 2025 en una plaza pública durante las fiestas del Día de Muertos de Uruapan.
GSC