DOMINGA.– “La ideología no da de comer”. Se puso de moda nuevamente esta descolorida frase que se escucha para desinstalar de entrada cualquier debate político. De hecho, el recién posesionado presidente de Bolivia, Rodrigo Paz Pereira, usó la expresión para enmarcar su reciente primer discurso, el de su investidura.
Bolivia fue uno de los bastiones de la izquierda del siglo XXI en América Latina. Pero recientemente cerró lo que fue un ciclo de casi 20 años en el poder –interrumpidos por algo más de un año en 2019 debido a un golpe de Estado–. La “nueva era” boliviana viene marcada por el restablecimiento de las relaciones bilaterales de ese país con el Estados Unidos trumpista.
De pronto parece que el tiempo en el que daba vergüenza ser fascista se ha acabado. Al menos eso vienen diciendo en América Latina quienes añoran que los poderes públicos hayan estado en manos de izquierdistas, cuyo punto central de la política podría resumirse en una idea: igualdad con justicia social.
Las derechas tienen un plan de retorno y está en marcha. Javier Milei se hizo de la presidencia argentina con una motosierra en la mano como símbolo de la destrucción implacable de todo lo anterior. Desde la Casa Rosada, la motosierra se está llevando lo que encuentra a su paso.
Su gobierno está cerca de llegar a la mitad de su camino. El ultraderechista cumple en diciembre dos de los cuatro años del mandato que le otorgó el contundente voto argentino. Pero, al contrario de lo que los analistas progresistas le vienen diciendo a la gente, Milei no se está cayendo, de hecho acaba de ganar el 26 de octubre con holgura las elecciones legislativas de medio término.
Un trenzado de los desaciertos de las izquierdas, los aciertos de las derechas y el diseño de la política para América Latina desde la Casa Blanca está derivando en la consolidación de los proyectos de derecha y está teniendo éxito. Al menos por ahora.
Después de lo que muchas y muchos analistas denominaron con bombos y platillos “La ola progresista y de izquierdas en América Latina” –que incluía a Lula da Silva, los Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa, y luego a Gabriel Boric, Gustavo Petro, AMLO y Alberto Fernández– pareciera que está llegando a su fin, o viene otra pero desde el otro extremo.
Por lo pronto, la geografía electoral de la región sigue favoreciendo ligeramente a las izquierdas. México, Brasil, Uruguay, Chile, Venezuela, Colombia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Cuba están de este lado de la cancha. A la derecha se encuentran Argentina, Perú, Bolivia, Ecuador, Paraguay, El Salvador, Costa Rica, Panamá, República Dominicana. Vamos 10 vs 9.
Los comicios presidenciales de este domingo 16 de noviembre en Chile podrían mover el tablero. Una comunista moderada y un ultraderechista se disputan palmo a palmo el favor de las urnas, aunque los analistas prevén que las elecciones pasen a una probable segunda vuelta el 14 de diciembre.
¿Hay condiciones para una ola derechista latinoamericana? y ¿cómo quedará el mapa del continente al cierre de 2025? Son preguntas que buscaré responder.
Argentina: la gente sufre pero Milei sigue triunfando
¿Por qué vuelve a triunfar La Libertad Avanza (LLA) de Javier Milei? Las argentinas y los argentinos decidieron ir a respaldar al presidente en las urnas, dándole carta blanca en el Legislativo, motivados, según expertos, por el miedo. El polémico presidente, que carga con una serie de escándalos –como el de la “criptoestafa”–, logró que el voto se vincule al temor por la crisis económica, que podría llegar en caso de que se aborte la reforma que su gobierno ha puesto en marcha.
En términos sencillos, la amenaza fue: “o votas por mí para sostener las mejoras anunciadas o llega una crisis de la que no te salvas”.
“No puedo ir a votar porque perdí mi DNI y no tengo el dinero para renovar el documento”. Así contestó una mujer ante un sondeo de televisión en vivo tras ser consultada sobre su intención de voto, a pocos días de las elecciones de medio término. El reportero insistió para lograr una respuesta.
“No es porque no quiero, es porque estoy desempleada lamentablemente, me acaban de echar. Yo quisiera apoyar al gobierno”. Terminó el reportero consolidando la respuesta. En resumen: “estoy jodida, no me alcanza, pero apoyo al gobierno del recorte”. El video, por supuesto, se hizo viral.
LLA se hizo del poder en el Legislativo tras una elección en la que sus adversarios consiguieron simpatías que no se tradujeron en votos. A la hora de contar los votos –y las curules que estos otorgan– da igual si el votante está más ideologizado o convencido. Lo que finalmente se anota es lo que se refleja en la cantidad de votos emitidos y aquí, Milei con su estrategia, fue más convincente que cualquier político argentino.
¿Los escándalos definen el apoyo popular?
La sociedad argentina está altamente politizada. Para un extranjero llegar a Buenos Aires es encontrar comentarios sobre la política a cada paso dado: el taxista, la mesera, el vendedor ambulante y casi todas las personas están dispuestas a intercambiar criterios sobre la coyuntura. A casi nadie se le pasan los escándalos en los que está envuelto el gobierno. Pasa ahora pero no sólo ahora.
Entre el joker que posee Karina Milei, la hermana del presidente, para jugar en la baraja del poder argentino y el fuego que abre el presidente cada tanto, los errores de esta gestión no son pocos. Quizás el más sonado –incluso a nivel internacional– fue el de la criptoestafa.
Es cierto que este es un tiempo de novedades. No se había visto algo parecido hasta que el presidente Milei, desde sus cuentas oficiales en redes sociales, promovió “Libra”, una criptomoneda que en pocos minutos superó 1300% de su valor, pero que tardó sólo segundos en desplomarse. En febrero pasado, los peces gordos de Libra desaparecieron del portal luego de que miles de libertarios –como se llaman los seguidores de Milei– motivados por su presidente, perdieran todo el dinero ahí “invertido”. Según el New York Times, una estafa que ascendió a 250 millones de dólares.
El asunto es que, aunque esta historia se sabe en Argentina, es muy común relativizarla contrastando con los escándalos del peronismo cuando estuvo en el poder. Por ejemplo, parece estar muy fresca en la memoria la fiesta en Olivos –la residencia presidencial– que celebró Alberto Fernández en pleno confinamiento por la pandemia de covid-19. El evento social convocó al jet set cercano a Fernández, una noche en la que las familias argentinas se resguardaban en casa tras un rígido confinamiento que el presidente pedía a diario en cadena nacional.
Pero tampoco es débil la noción de corrupción en torno a la expresidenta Cristina Fernández, la cual para muchos quedó comprobada con la condena que la exmandataria cumple actualmente.
¿Si yerran las derechas vuelven las izquierdas?
La antipolítica, en términos sencillos, es el rechazo a las prácticas de los políticos. Hoy en América Latina, la antipolítica viene del mismo lugar que las traiciones de proyectos de izquierda a los pueblos. Luego de la atrocidad del neoliberalismo, los líderes de izquierdas convocaron a la esperanza de las mayorías prometiendo erradicar privilegios y, sobre todo, cambiar para bien la mayor cantidad de vidas.
Pero allí donde fallaron las izquierdas, comportándose igual que las derechas, nació la antipolítica de este tiempo.
Los escándalos y los errores –por opulencia o abuso de poder– de personajes izquierdistas duelen mucho a las grandes mayorías, quizás mucho más que los que vienen de los derechistas. Un Evo Morales acusado de sostener relaciones con menores de edad o un Alberto Fernández procesado por violencia contra su exesposa y madre de su hijo. En Bolivia y Argentina esas heridas sangran igual.
En una conversación exclusiva, Juan Luis González, autor de El loco (Planeta Argentina, 2023), el éxito editorial que es una biografía crítica de Milei, dice: “La antipolítica crece muchísimo por la fiesta de Olivos de Alberto Fernández y se da un quiebre de la sociedad con el peronismo […]. Entonces Milei agarra potencia cuando nombra ese sentimiento de antipolítica que ya estaba ahí y le dice ‘casta’ y construye sobre esa bandera gran parte de su victoria”.
El periodista Juan Elman, que viene enfocando su trabajo en las derechas del continente, consultado en exclusiva para DOMINGA reconoce la capacidad que tuvo Milei de conservar su relato, a pesar de las adversidades. ¿Qué ha hecho bien Milei para que la gente le siga dando su voto de confianza?
Elman dice: “Milei a pesar de haber puesto en riesgo algunas de sus banderas, sobre todo la de la corrupción, ha logrado mantener un relato sobre los problemas del país y la dirección de su proyecto […]. Logra convocar con la promesa de que algo puede mejorar en el futuro después de ‘tanto sacrificio’”.
Milei tiene claro quién es su adversario: el peronismo kirchnerista. La polarización que ha construido y que viene alimentando parece ser uno de los principales combustibles que usa su maquinaria. No pierde el tiempo en la interna –o grilla, como se dice en México – y aunque ha tenido y mantiene tensión con su vicepresidenta, Victoria Villarruel, o con el expresidente Mauricio Macri, de la centro derecha, sabe que la pelea no está ahí. De hecho, gran parte del electorado macrista se ha vuelto libertario.
Pero ¿qué pesa más?, ¿los aciertos de Milei o los errores del peronismo? Juan Luis González se hace otra pregunta que ayuda a aclarar el panorama: “¿qué aprendió el peronismo en estos dos años? Parece que nada, son las mismas propuestas y los mismos candidatos”.
Coincide Elman con Juan Luis y agrega que “es un error de cálculo y estrategia creer que el desencanto con Milei y la profundidad de la crisis –los datos fácticos– vayan necesariamente a decantar en un apoyo a la oposición –al peronismo– además, con las caras y el mensaje de antes.”
Mientras las izquierdas latinoamericanas suelen tener internas desgarradoras que son caldo de cultivo para las derechas, las nuevas derechas eventualmente exitosas prefieren conservar el foco en su enemigo real.
Las heridas que dejan los errores de las izquierdas probablemente cierren durante los gobiernos de derechas, pero siempre dejarán cicatrices profundas. No parece que después de una implosión de un gobierno de derecha vayan a volver al poder las izquierdas, sí éstas siguen aferradas a no cambiar.
El apoyo de Estados Unidos a los gobiernos de derechas
Marco Rubio, el Secretario de Estado de la administración Trump, tiene una agenda ambiciosa a desarrollar en América Latina. El movimiento MAGA (Make America Great Again) tiene una dimensión en Latinoamérica: América para los americanos.
El triunfo y el ascenso de Milei no pueden explicarse sin Estados Unidos. Es un hecho que el proyecto de ultraderecha de mayor envergadura en la región es Milei en Argentina y Trump lo sabe. No sólo lo sabe sino que lo impulsa. El miedo de los argentinos a la inestabilidad que derivó en votos para LLA fue posible sólo gracias al espaldarazo del magnate estadounidense a Milei. Este apoyo es de tipo económico –dólares para usarse bajo receta– y de tipo simbólico: Milei es amigo de Trump y los amigos en política siempre cuentan.
Rodrigo Paz, presidente de la debutante Bolivia en el equipo de las derechas, partió visitando a Marco Rubio y a otras autoridades en Washington para poner a andar su gestión de gobierno. Decía un comentarista de la televisión boliviana que Rodrigo Paz, con la demostración de su disciplina en sus primeros gestos presidenciales, está peleando por ser el empleado del mes en MAGA.
A manera de cierre: olas van y olas vienen
El tablero se reajustó. Argentina, Paraguay, Perú, Ecuador y ahora Bolivia ya son bastiones consolidados de la derecha en Sudamérica. Estos cinco países están por ahora dispuestos a hacer su parte para concretar la agenda estadounidense para el continente.
Las presiones sobre Chile son reales y simbólicas. Al cierre de esta edición, la izquierdista Jeannette Jara lideraba por poco las encuestas de intención de voto para los comicios de este 16 de noviembre, pero al parecer no le alcanzan los votos para evitar el balotaje previsto para mediados de diciembre.
El gigante amazónico con Lula está consolidado en la izquierda, igual que México con Sheinbaum. Venezuela y Colombia, con Maduro y Petro, asediados por operaciones norteamericanas en el Caribe, también se alinean en la izquierda. Pero en Centroamérica el ajedrez llegó al momento de las tablas: empate tres a tres. Guatemala, Honduras, Nicaragua y Cuba son o tienden a la izquierda. Mientras que El Salvador, Costa Rica, Panamá y República Dominicana se forman en la derecha.
Aunque muchos analistas sostienen que las derechas están anquilosadas, lo cual es cierto parcialmente, también están reinventando las narrativas conservadoras de este siglo.
Las izquierdas, por otro lado, siguen encontrando su mayor fortaleza en la mejoría de las condiciones de vida de las grandes mayorías. Aunque la tentación de favorecer a los poderosos parece vestirse de gobernabilidad, las izquierdas siempre pierden cuando caen en ese lugar. No suena ilógico. Decía un amigo que para gobiernos de izquierdas que favorezcan al poder, mejor los originales, es decir los de derechas.
¿Cerraremos el año con el actual 10 vs 9 o los conservadores lograrán darle la vuelta al marcador? La moneda está en el aire chileno.
GSC/ASG