Un simple ejercicio, amables lectores: confrontemos algunas realidades del pasado “prianista” con las más evidentes calamidades del presente “morenista”. Para abrir boca, lo de los niños sin vacunas: unos 300 mil, según parece, privados de los antígenos que la medicina moderna ha desarrollado para erradicar de la faz de la tierra todas aquellas enfermedades que antes diezmaban a la población. México, con el permiso de los ineptos que ahora se responsabilizan de tan criminales estrategias, llegó a ser un ejemplo mundial al implementar muy exitosas campañas universales de vacunación. Y, bueno, abordado ya el tema de las políticas sanitarias y dispuestos a cotejar unas cosas con otras, el Seguro Popular también mereció el reconocimiento de organismos internacionales mientras que el desastroso estado del sistema de salud en estos momentos solamente puede suscitar deprimentes reportajes periodísticos, por no hablar del sufrimiento real de millones de mexicanos sin medicinas, sin cirugías, sin salas de terapia intensiva y sin la atención de primer grado que necesitan.
¿Educación? Una reforma educativa dirigida a mejorar el nivel de enseñanza raudamente sepultada en la fosa de los ruines intereses corporativistas. Estamos hablando de un colectivo magisterial desentendido de los intereses superiores de la nación pero muy dispuesto, eso sí, a responder en las urnas a las prebendas y favores concedidos por la izquierda populista.
¿Energías limpias, electricidad, refinación y producción petrolera? Cada vez peor, señoras y señores, siendo que el estandarte de doña “soberanía” lo izaban hasta lo más alto de las ennegrecidas chimeneas de nuestras vetustas refinerías y que, al final, esa suprema facultad de ser tan petroleramente mexicanos la vamos a pagar todos con la plata de nuestros bolsillos: Pemex, la empresa de hidrocarburos más endeudada del planeta entero, es la única que no se está embolsando millonadas en tiempos de guerra (extraordinarios ingresos, los de las corporaciones occidentales, ahora mismo) y la única que puede amenazar la deuda “soberana” —recurriendo aviesamente a tan sacralizado concepto, miren ustedes— de toda una nación.
En fin, sería asunto de seguir machaconamente con este recuento. Pero se acabó el espacio, qué caray...