Lo más desconcertante no es la fulminante defenestración del fiscal Gertz, atribuible a quién sabe cuántos factores y motivos, sino que un personaje tan arbitrario y siniestro hubiera ocupado en primer lugar el cargo.
La calidad de la persona importa cuando se le encomiendan funciones públicas que pueden impactar directamente en la vida y el destino de los demás, sobre todo en un país, como el nuestro, donde no hay certezas jurídicas: en México, los simples ciudadanos se encuentran en un estado de escalofriante indefensión frente a las embestidas del poder.
Pero, sobre todo, que alguien ejerza parecidas potestades y que se sirva de ellas para tramitar asuntos estrictamente particulares y promover sus más inmediatos intereses viene siendo un monumental quebrantamiento, merecedor de que el Ejecutivo Federal solicite la correspondiente destitución. Y, por supuesto, que se invoque, ahí sí, la tal “causa grave” o las razones de fuerza mayor prescritas en nuestra Carta Magna para proceder como dictan los cánones de la legalidad.
¿El mentado “humanismo mexicano”, tan cacareado por la 4T hasta el punto de agenciárselo como marca propia, se acomoda a que un fiscal todopoderoso encarcele sin prueba alguna a Alejandra Cuevas, que acuse de “delincuencia organizada” a una treintena de científicos o que intimide a los miembros de un comité universitario para obtener un elevado puesto de investigador, inmerecido por sus magros logros académicos?
¿No es sustancialmente indecente procurar beneficios propios sirviéndose no sólo del temor que inspira el cargo sino emprendiendo acciones, ya en los hechos, para alcanzar fines espurios y, sobre todo, no es un auténtico atropello perseguir a una mujer inocente y encarcelarla durante más de 500 días?
¿Apenas ahora, después de que el señor Gertz perpetrara tan colosales abusos, es que los adalides del oficialismo toman conciencia de la malignidad del personaje y que deciden apartarlo (de muy desaseada manera) de sus funciones?
Ah, y otra cosa, muy inquietante: los magistrados de la antigua Suprema Corte fueron quienes revocaron, por unanimidad, la acusación en contra de Alejandra Cuevas y ordenaron su inmediata liberación. De la misma manera, jueces federales independientes defendieron a los científicos acusados por Gertz. Hoy, el desamparo de cualquier mexicano es espeluznante…