Política

Mujeres privadas de dignidad

Internas de la prisión federal en un convivio con familiares; ONG han pedido el cierre definitivo de esa cárcel. Archivo
Internas de la prisión federal en un convivio con familiares; ONG han pedido el cierre definitivo de esa cárcel. Archivo

La última vez que habló con ella, Janet contó a su madre que se había golpeado al caer de las escaleras. Le dijo también que la autoridad carcelaria no la quiso atender en la enfermería. Aun sabiendo que las llamadas realizadas desde la prisión podían ser grabadas, la señora Padilla rogó a su hija que le dijera la verdad. Janet prometió que durante la siguiente visita le proporcionaría personalmente los detalles.

A pesar de todo, ese sábado la hija estaba contenta. Su abogada recién había informado que pronto saldría libre porque había conseguido un amparo que modificaría la sentencia dictada cuatro años atrás.  

Janet no era una reclusa novata. Fue aprehendida en 2011 en Coahuila y durante la década siguiente aprendió a sobrevivir en penales de máxima seguridad. Asegura su madre que no estaba deprimida, ni tenía antecedentes que llevaran a suponer un suicidio. Sin embargo, horas después de aquella última comunicación apareció muerta dentro de su celda.

La madre está convencida de que la hipótesis propuesta por la autoridad es falsa. Su hija había expresado antes miedo por diversas amenazas recibidas en su contra. Desgraciadamente la sospechosa muerte de Diana Janet Treviño Padilla no es un caso aislado dentro del penal femenil de alta seguridad de Morelos, conocido como el Cefereso 16.  

Cuatro días después, otra reclusa, originaria de Guanajuato, apareció también sin vida, dentro de su celda. Se llamaba Miriam de Jesús y fue encontrada dentro del módulo cinco de la misma prisión. Presuntamente se ahorcó con una sábana. No obstante, como en el caso anterior, los resultados de la autopsia continúan sin ser entregados a la familia.

Antes que ellas, perdieron la vida —en circunstancias parecidas— Claudia, Nancy, Jazmín, Alejandra y otras dos mujeres cuyos nombres no han sido dados a conocer.  

El primer supuesto suicidio ocurrió el martes 25 de julio de este año. Con letra roja fueron marcados también en el calendario del Cefereso 16 los días lunes 14 de agosto, jueves 21 de septiembre, martes 24 de octubre, sábado 4 de noviembre y miércoles 8 de noviembre. 

¿Cómo explicar la ola de muerte en esta prisión femenil ubicada en el apartado municipio de Coatlán del Río del estado de Morelos?  

Al día siguiente del deceso de Miriam de Jesús, Rosa Icela Rodríguez, secretaria federal de Seguridad y Protección Ciudadana, emitió un comunicado lamentando los hechos. Ahí informó que, entre las medidas tomadas para conjurar futuras tragedias, se había ordenado “una rotación” de las autoridades responsables de este penal.  

Dentro de ese reclusorio habitan mil 157 mujeres privadas de la libertad. Cuarenta y siete por ciento de ellas no cuentan aún con sentencia en primera instancia y un número creciente han sido encerradas en esa instalación federal, a pesar de estar sometidas a procesos relacionados con delitos del fuero común.  

La epidemia de terror provocada por estos supuestos suicidios tiene a las sobrevivientes preguntándose, con justificación, quién será la siguiente víctima. Si bien, en alguno de los casos podría ser creíble que la muerte haya sido provocada por mano propia, la teoría de una ola de ajusticiamientos solapados por las custodias del penal igual tiene visos de verdad.  

Salvador Leyva Morelos Zaragoza bautizó al Cefereso 16 como El Cementerio de las Vivas. En un artículo publicado en el portal Animal Político, en agosto de este año, se hace un buen recuento de las condiciones experimentadas por las reclusas. Como ejemplo se menciona a una mujer identificada bajo el nombre de “Laura”. Entrevistada un año antes por personal del Instituto Federal de la Defensoría Pública, esta persona relató que, durante diez días permaneció esposada de pies y manos a una cama ubicada en el área médica. En ese lapso habría sido golpeada y gaseada por el personal de custodia, siguiendo un método de tortura conocido como “4 puntos”, en referencia a las ataduras impuestas sobre las extremidades de la víctima.  

En noviembre del año anterior, fue también noticia pública la intoxicación sufrida por 404 reclusas dentro de este mismo Cefereso. Si bien la empresa privada que administra esta instalación quiso justificar el episodio señalando a las personas afectadas como responsables del hecho —ya que supuestamente robaban alimentos que necesitaban ser refrigerados para esconderlos dentro de sus celdas— la verdad detrás de este evento tiene que ver con la provisión de comida echada a perder dentro de los comedores de los distintos módulos.  

Narran las familias de las presas sobre un escenario dantesco en el que un número abrumador comenzó a vomitar al mismo tiempo que las mujeres peor afectadas perdían el conocimiento. Ante esta emergencia el Cefereso 16 pudo hacer poco para atender el envenenamiento masivo, porque ahí dentro no se cuenta con fármacos ni personal médico suficientes.  

Después de veinticuatro horas de zozobra, la Comisión Nacional de Derechos Humanos ingresó a esa instalación y presionó para que quienes corrían mayor riesgo fuesen llevadas a distintos hospitales de Morelos con el propósito de que fueran atendidas de emergencia.

Contra toda lógica, este episodio no propició un cambio en las políticas sanitarias del Cefereso. Aunque habría sido obvio, ni siquiera se realizó una investigación concluyente que explicara el envenenamiento. De ahí que la empresa administradora del penal pueda, todavía hoy, argumentar que solo fueron cincuenta mujeres las intoxicadas y que no fue culpa suya que tal cosa sucediera.  

Aseguran las reclusas que tampoco la cantidad y calidad de la comida han mejorado y prevalecen las quejas contra el servicio médico y la provisión de medicinas. Para la autoridad carcelaria, El Cementerio de las Vivas es una suerte de purgatorio de seres intrascendentes que no merecen ninguna consideración.

Dentro del sistema penitenciario, la privación de la libertad es sinónimo de privación de dignidad. Esto explica los niveles altísimos de ansiedad, angustia y desasosiego dominantes en todos los módulos de este Cefereso.  

La organización Documenta AC reportó en marzo de este año que tales estados de salud se deben, en lo fundamental, a la distancia física que padecen estas mujeres respecto de sus familias. De las más de mil 300 mujeres recluidas, únicamente 71 son originarias de Morelos y la inmensa mayoría proviene de hogares con recursos escasos para visitarlas de manera frecuente. Todas estas razones llevan a exigir —con Documenta A C—  el cierre definitivo de este infierno y la provisión de condiciones humanas justas para las víctimas del Cefereso 16. 


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Ricardo Raphael
  • Ricardo Raphael
  • Es columnista en el Milenio Diario, y otros medios nacionales e internacionales, Es autor, entre otros textos, de la novela Hijo de la Guerra, de los ensayos La institución ciudadana y Mirreynato, de la biografía periodística Los Socios de Elba Esther, de la crónica de viaje El Otro México y del manual de investigación Periodismo Urgente. / Escribe todos los lunes, jueves y sábado su columna Política zoom
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