Hace exactamente un año, en este mismo espacio, celebré y aplaudí que por primera vez en la historia México fuera gobernado por una mujer. Ante tantos feminicidios, violaciones, explotación laboral, esclavismo y un largo etcétera cometido en contra de las mujeres, en la sororidad está la clave para impulsar un cambio de rumbo y, también por primera vez, dirigir el país con cordura, coraje, justicia, honestidad, responsabilidad, compromiso, empatía y compasión.
Gobernar con conciencia de género es parte del proyecto de una ética del cuidado donde, como señalé hace un año –echando mano de un texto de José María Carabante–, “el proceso de cuidado contempla cuatro fases. La primera se enfoca en detectar y ocuparse de una necesidad de dependencia a nivel individual, grupal, político o institucional. Además de la mirada y el oído atento, este paso exige inteligencia práctica y la capacidad para mirar desde la perspectiva de quien necesita ser cuidado. La segunda fase entraña la responsabilidad moral de satisfacer la necesidad. En la tercera se materializa la prestación del servicio requerido y en la cuarta se da la recepción del cuidado. Sobre esta última fase, como bien apunta Carabante, dependiendo de la respuesta del receptor ‘se puede saber si realmente se han cubierto las necesidades de cuidados’”.
A un año de la declaración de la presidenta Sheinbaum de que éste “es tiempo de transformación, es tiempo de mujeres”, ¿qué ha cambiado para las mujeres y para todos aquellos seres sintientes que, para preservarse de manera digna, precisan de un cuidado tan radical como el promovido por una ética del cuidado?
Si partimos de las cifras del propio gobierno, los avances son ínfimos, por no decir nulo. Las madres buscadoras, las que claman por guarderías, las empleadas domésticas sin acceso a la seguridad social, las adolescentes que debutan como madres solteras, las niñas en comunidades indígenas que se quedan sin posibilidad de estudiar, las que migran con sus hijos en los brazos, no me dejan mentir.
Por eso, el informe del primer año de gestión, como ya advirtió la Presidenta, no pasará de ser un simple “posicionamiento político”; imposible que llegue a ser algo más. La arenga en el Zócalo no cambiará la realidad de las asesinadas, desaparecidas, violadas, explotadas, relegadas, olvidadas, desoídas, revictimizadas.
Tristemente, este primer año de gobierno, el “tiempo de mujeres” no resultó ser el tiempo que éstas, otras y muchos hombres que anhelamos un gobierno con enfoque de género, esperábamos.