La Plaza de la Constitución volvió a llenarse no solo de banderas y consignas, sino de mensaje político. Directo en su mayor parte y con “entre líneas” para los buenos entendedores. Se colmó la plancha el Zócalo de la Ciudad de México —y sus alrededores— para celebrar el primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum Pardo. Fue, sobre todo, una demostración de control: del territorio, de la narrativa y del movimiento.
Desde el templete, la Presidenta reafirmó la continuidad de la denominada “cuarta transformación”, pero con una inflexión personal: “estoy segura de que vamos por el camino correcto”, dijo convencida de que el proyecto ya no necesita muletas simbólicas. La ovación fue suya, no prestada. “Quien robe al pueblo enfrentará la justicia”, sonó como advertencia más que como consigna. Un mensaje dirigido hacia adentro, a los suyos, a quienes confunden cercanía con impunidad.
Sobre la gran plaza de 47 mil metros cuadrados, corazón de México todo, en cuyo centro ondeaba la bandera monumental al rayo intenso del sol, se conformó un mosaico de sindicatos, organizaciones populares y agrupaciones políticas. Desde los pendones del sindicato petrolero hasta los globos con la silueta del Batman de la izquierda urbana. Todos buscaban ser vistos. En el aire, los drones. A ras de suelo, las consignas y las selfis de quienes querían guardar el registro de su lealtad.
Un año después, la foto también cambió. Aquella de 2024, donde varios políticos —Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Luisa María Alcalde y Andrés López Beltrán— posaban distraídos mientras Claudia Sheinbaum caminaba detrás de ellos, inadvertida, hoy tiene su revancha en lo que fue algo más que una descortesía. Esta vez los aquí citados fueron ubicados detrás de una valla, lejos del centro, lejos del reflector, lejos de ella. El acomodo visual fue deliberado: el poder ya tiene una sola poseedora y lo ejerce con método.
La presidenta de los Estados Unidos Mexicanos cerró con tres ¡vivas! que sintetizan su proyecto y el momento: “¡Que viva la dignidad del pueblo de México!”, “¡Que viva México libre, independiente y soberano!”, “¡Que viva México!”. El eco fue simplemente ensordecedor, genuino, espontáneo. En el fondo se percibía el aroma que flota en el ambiente político: el movimiento entra en una nueva etapa y en ésta Claudia Sheinbaum ya no comparte el escenario. Lo dirige.