En Palacio Nacional no deja de analizarse el fenómeno social del pasado sábado; la marcha del 15 de noviembre es objeto de una revisión profunda para identificar si el descontento que se construyó y se difundió en redes sociales finalmente se materializó en las calles. Una afluencia de miles de personas debe representar una preocupación por la capacidad de movilización que mostraron los extraños convocantes —incluso desde el extranjero—, tanto como por el descontento real que un sector de mexicanos tiene con el actual gobierno.
Como se adelantó en MILENIO, la presencia de las organizaciones políticas de oposición y de ultraderecha se hizo evidente durante la marcha, tanto como la mano de empresarios en el evento, que logró sembrar varios contingentes que gritaban incluso consignas de apoyo a Ricardo Salinas Pliego.
Sin embargo, fue palpable la presencia de ciudadanos, en su mayoría adultos no pertenecientes a la Generación Z, que acudieron a la manifestación para sumarse al reclamo contra un gobierno de Claudia Sheinbaum que, en sus palabras, no les ha brindado suficientes respuestas en materia de combate a la corrupción y, principalmente, de control a la violencia.
En suma, el movimiento que fue detonado e impulsado en redes sociales con la activación de 8 millones de bots comprados en tiendas de cuentas digitales de Argentina, Colombia y España sí llegó a tener impacto en la sociedad mexicana, aunque no precisamente en esa población de jóvenes que realmente forma parte de la Generación Z. De hecho, según las mediciones de la conversación digital, la convocatoria generó rechazo y desconfianza en una buena parte de ellas y ellos.
Desde luego, se debe analizar la presencia del contingente de encapuchados que terminó generando disturbios en la Plaza de la Constitución. Si bien el modus operandi de estos grupos se refleja en las imágenes incendiarias que se transmitieron en redes sociales, las mismas prácticas violentas solían ser utilizadas por los gobiernos en México para desprestigiar a los incómodos movimientos.
Palabras clave
Por años se le ha dado seguimiento, por ejemplo, al actor Eduardo Verástegui como posible liderazgo de este sector en el país; hasta el momento, nadie le observa el arrastre suficiente. A diferencia del escenario que se experimenta en otros países de Latinoamérica, en México la ultraderecha no tiene una estructura definida.