¿Había razones legítimas para marchar? Sí, la inseguridad y la violencia allí están. No son un invento. El descontento de algunos grupos opositores con el gobierno actual también es una razón válida para marchar y protestar. Así ha sido siempre y así debería seguirlo siendo.
¿Qué no fueron sólo jóvenes a la marcha? Obvio, pero eso qué. En las marchas siempre confluyen distintos grupos con distintas razones para hacerlo. Esa no debería ser ninguna justificación para descalificar a una movilización social.
A decir verdad, la marcha convocó a más gente de la que yo hubiera anticipado. Creo que la reacción desde el poder incluso la impulsó. La marcha originalmente convocada quizá hubiera pasado mayormente desapercibida. La atención que recibió desde la mismísima Presidencia le dio una importancia que muy probablemente no tenía.
Es de manual: si quieres inflar un movimiento, habla de él, di que alguien más está detrás, que no es legítimo, que hay fuerzas oscuras, que lo mueven otros intereses. Eso pasó en otros momentos de la historia y, más recientemente, con el #YoSoy132 y con el movimiento de protesta por Ayotzinapa. También ha pasado, por cierto, con las marchas feministas. De hecho, justo eso fue lo que le pasó a la hoy Presidenta al inicio de su gestión como jefa de Gobierno con este tema.
No sé quién tuvo la peregrina idea de dedicar tiempo de la conferencia matutina a señalar e identificar a posibles organizadores o convocantes de la marcha. Eso debía de ser irrelevante. Esas personas estaban ejerciendo un derecho y nada justifica haberlos denunciado ex ante. No estaban cometiendo un delito. Esto es todavía peor cuando proviene de un gobierno de izquierda que se forjó en la oposición y que marchó miles de veces. Es también lamentable considerando que se trata de un gobierno electo por una amplia mayoría y que además goza de una buena imagen y reputación. La hipersensibilidad a la crítica no suele ser buena consejera.
Actuar de esta manera solo contribuyó a activar a los acólitos del gobierno que se sumaron ni tardos ni perezosos a atacar a los organizadores y a la marcha misma. El ambiente enrarecido de las redes sociales se prestó a la polarización y alimentó seguramente el interés de muchos en la movilización.
Las fuerzas del orden cayeron en la provocación y reaccionaron con exceso. Las evidencias gráficas allí están también. Lamentablemente, resultaron lesionados manifestantes, policías y periodistas que cubrían la marcha. No se puede culpar solo a un lado. La responsabilidad recae en ambas partes.
La prudencia y madurez que le faltó al gobierno federal, la tuvo la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. De esa parte no hubo descalificaciones ni reclamos anticipados. Por lo mismo, el gobierno local saldrá mejor librado de las acusaciones de intolerancia y represión.
Hacia adelante, espero que se actué con mayor prudencia y sensatez. El derecho a la protesta y a la inconformidad es inalienable. Desde el poder se debe escuchar y atender los reclamos. Un gobierno legítimo no puede actuar de la misma forma que gobiernos que no lo eran.