La semana pasada la severa crítica se posó sobre el Diario de una transición histórica, libro recientemente publicado de la primera mandataria, con el constante señalamiento de que no era más que una ofrenda “para quien le heredó el puesto”. Se le acusó de rendirse ante un todopoderoso Andrés Manuel López Obrador para acallar los rumores de que estaba a punto de generarse un rompimiento y, sobre todo, de que había consentido una campaña de desprestigio contra la descendencia de aquel.
Queda muy claro que los postulados del libro reflejan que es una política y académica convencida de que el detonador más importante del desarrollo económico y social no es la economía de mercado, sino el Estado, aunque sin llegar a los extremos que hoy se ejercen en Cuba o Venezuela.
La ideología social de la Presidenta, dicen sus cercanos, es aún más genuina que la de AMLO; cabe destacar que ella no formó parte de esa maquinaria política que sostuvo durante 70 años al Partido Revolucionario Institucional en el poder. Desde esa perspectiva, el historial de Sheinbaum es más puro, de verdadera izquierda. Más que muchos de Morena y de su gabinete.
Es momento de entender como suyas ideas como la elección por voto popular del Poder Judicial o la supremacía popular sobre los empresarios; también se confirma su animadversión por el modelo de la meritocracia y su convencimiento de que los apoyos sociales directos son más útiles que los programas sociales estructurados en los que intervienen organismos intermediarios.
Como titular del Ejecutivo, Sheinbaum ha puesto en práctica esta ideología durante su primer año de mandato, aun cuando en su proceder ha cedido también a nuevas alternativas para darle estabilidad a su gobierno. El mejor ejemplo es la coordinación y relación que mantiene con el gobierno de EU, justo esa potencia que en sus postulados de origen tendría que ver y atender como “la amenaza imperialista”, pero que ha sabido capotear: “colaboramos y cooperamos; nunca nos subordinamos”.
Palabras clave
El citado libro es el manifiesto ideológico de Claudia Sheinbaum, donde se plasma la visión de una luchadora social que de siempre ha mirado hacia la izquierda, incluso con más ahínco que su gran mentor. Lo que no reflejan esas líneas editoriales es la flexibilidad de una líder que ha aprendido a ser pragmática. Desde la izquierda real.