El conflicto en Medio Oriente, más allá de los análisis históricos o de política internacional, nos pone a pensar en la necesidad de que los hombres vivamos en una búsqueda permanente para la paz y amor en la tierra.
Este ancestral pleito entre palestinos e israelíes, independientemente de quién tenga la razón, es un ejemplo claro de cómo el hombre puede vivir por siglos en el absurdo.
Por los motivos que sean, la naturaleza y la condición humana hace que los seres humanos normalmente estemos en guerra unos con otros, ya sea para dominar, para apropiarse, para mandar, para tener la razón o para muchas otras causas más que vienen del ego.
Es paradójico que el hombre nace para ser feliz, encontrar su propósito y realizarlo, lo cual debería ser un camino simple en el que, la paz, el amor y el respeto al prójimo serían los códigos naturales, aunque en los hechos no sucede así.
Con el crecimiento y el entorno, el niño que nace inocente y en alegría, va acumulando temores, enojos, rabias, frustraciones y decepciones, de donde surgen los deseos de pelear, ya sea para defenderse o para atacar a los demás.
A ello sumamos la desconfianza, la envidia, los celos y la falta de empatía con los demás, así como la necesidad de satisfacción de los instintos propios, lo que genera querer hacer justicia por sus propias manos o aplicar el famoso “ojo por ojo” que, desafortunadamente, aún en nuestros días prevalece.
El día que entendamos que nuestras propias batallas son fantasmas en nuestras mentes, que la guerra terminó y que nadie nos quiere hacer daño, que podemos vivir en paz, con respeto y con amor, será el momento de comenzar a reconciliarnos como humanidad.
A propósito del aniversario 83 del natalicio del gran John Lennon, cantemos todos “war is over… give peace a chance”