Política

El desgaste

Cualquier gobernante tiene su ciclo. La mayoría nunca termina con el índice de aceptación con el que llegó al poder. Esto es bien sabido y, además implica una condición prevista. Por citar un caso, Enrique Peña Nieto tenía al principio de su mandato una imagen que, sobre todo en el extranjero, llegaba a calificativos como “salvador de México”. El tiempo fue avanzando y su administración empezó a enfrentar problemas cada vez más complejos, frente a los que no se dio la atención apropiada. El disgusto popular fue creciendo también por errores como la “casa blanca” mexicana en la que, de paso, se vio involucrada su esposa Angélica Rivera y torpemente defendida por ella. Fue el inicio formal del desgaste presidencial, cuyo final todos conocemos: un verdadero desastre. Es, sin embargo, la etapa de desgaste “normal” que acontece entre presidentes y gobernadores de los estados, más o menos hacia la última tercera parte del sexenio.

Pero, entonces, ¿qué pasa ahora? Sin atribuirle para nada todos los efectos negativos, la presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta visos preocupantes en el desgaste actual de su gobierno, es decir prácticamente a un año. Las situaciones difíciles acumuladas, pese a ello, son como si, en efecto, haya continuado la anterior gestión, la de López Obrador. Y es que así hay que decirlo, el desgaste que algunos vaticinaban y era natural para el gobierno de Andrés Manuel nunca llegó. La persistente actitud de Sheinbaum a incurrir en la misma forma de su antecesor, son clave en esta situación. También, claro, hay que decirlo, la presidenta posee cualidades y habilidades que la destacan claramente de quien la antecedió, donde hace innegable esfuerzo por abatir la delincuencia organizada (con una ayudadita forzada de Donald Trump), y suma a ello una relativa estabilidad económica y otros méritos mas. Lo malo es que sigue cargando con la pesada carga de quien se resiste a dejar de marcarle la línea a seguir en muchos aspectos. Si a ello le agregamos las propias fallas, la consecuencia se empieza a notar.

Algo concreto es la manera de enfrentar el problema de las inundaciones en diversos estados. Lo peor fue que Sheinbaum ni por un momento deja la bandera partidista. Ante unos damnificados que se quejaban de su alcalde por falta de intervención, precisamente en Tianguistengo, Hidalgo, a los que le increparon dijo textualmente “sí, ya me dijeron, pero ustedes también para la próxima, cuando voten”. Siempre que puede, aprovecha espacios para reiterar su afinidad de partido, lo cual no habla bien de su gobierno que, por ley, debe seguir lo establecido constitucionalmente. O sea, un gobierno sin distingo y para todos.

Además, el desgaste también es propiciado por el entorno político. Para la presidenta Claudia debe ser motivo de desvelos que las figuras más sobresalientes de su partido estén en la cuerda floja con respecto a las presuntas irregularidades y eventual corrupción de los de alto cargo y ha tenido que darse a la tarea, peor tantito, de sostenerlos seguramente por el respaldo que tienen de quien los propuso. Todo es apostar al tiempo, como el muy difícil asunto del huachicol fiscal de funcionarios de primer nivel en la Marina, o la serie de sucesos en los que se vinculan de plano al hampa, especialmente de narcotraficantes. Para ello, sin embargo, existe aquella norma no escrita –y que extrañamente e atribuye al mismísimo Benito Juárez–, de que los amigos reciben justicia y gracia, así como los enemigos, todo el peso de la justicia a secas.

No hay duda de que los errores se van acumulando y la imagen empieza a provocar malestar que se va generalizando, si bien ello no parece suficiente para hacer trastocar a la presidenta y a su régimen, que mantiene una especie de seguro de vida para su partido con la póliza ciudadana de los “programas sociales”. Nadie podría afirmar a estas alturas que el desgaste vaya a terminar con la debacle de la autollamada cuarta transformación. Pero, definitivamente, se va sembrando una inquietud pública que de vez en vez aflora cuando la población se ve directamente afectada por un gobierno que no parece tan bueno ni transformador.

A este paso, Sheinbaum cada vez más contra la pared, podría estar ante posibles dificultades en un futuro nada lejano. Aunque a su favor también tenga una oposición que sigue en la baba. Lo que va a medirlo es una elección venidera en la que estarán en juego algunas gubernaturas y la renovación de la diputación federal. Una merma en esta última con respecto a su partido acabaría por ejemplo con la mayoría que hoy tiene asegurada y, entonces, nada será tan fácil para sortear la ruta hacia la continuidad del régimen morenista. Este fenómeno acontece en todas partes del mundo y recientemente se está haciendo presente en Argentina y Bolivia, por ejemplo, como no es de dudar que también acontezca en la siguiente de Estados Unidos. Habrá tiempo para advertirlo, pero nuestro gobierno federal da síntomas de un desgaste prematuro que más bien es el desgaste tardío de la pasada administración acentuado con el paso natural de este primer año.

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Miguel Zárate Hernández
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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