Desde el asesinato de un estudiante por otro (que además hirió a un trabajador), en la UNAM se han desatado agresiones y amenazas y se manifiestan pequeños grupos facciosos que no son representativos de escuelas y facultades.
Cada comisión dice hablar por el alumnado y viene planteando demandas que se contraponen a las de los demás (algunas tan descabelladas como que se rompan relaciones diplomáticas con Israel).
En el colmo de la incongruencia, quienes se ostentan representantes del plantel Sur del Colegio de Ciencias y Humanidades, donde se cometió el homicidio, rechazan la instalación de arcos detectores de metales o que se impida el acceso de encapuchados a las instalaciones.
La renuencia es muy importante porque fue allí donde Lex Ashton, de 19 años, un muchacho con severos desajustes mentales, ingresó el 22 de septiembre sin revisión o controles de acceso con cuchillos escondidos en su mochila y mató a Jesús Israel, de 16 años.
Espejo de la población mexicana, en la UNAM ocurre lo mismo que fuera de sus planteles: así como la gente común del país no se organiza para enfrentar las arbitrariedades del primero y el segundo pisos de la “transformación”, la comunidad universitaria tampoco para ponerse de acuerdo en demandas racionales y elementales, y en el río revuelto se entrometen personeros del gobierno de Claudia Sheinbaum, como la subsecretaria federal de las Mujeres (la titular es Citlalli Hernández, ex secretaria general de Morena) y la firmante de pliegos petitorios Elvira Concheiro (hermana del marxista-morenista Luciano Concheiro Bórquez, ex subsecretario de Educación Superior con López Obrador y actual titular de la Autoridad Educativa Federal en CdMx, y asimismo ex esposa de Pablo Gómez, cabeza de la comisión presidencial que redactará la iniciativa de reforma política).
Otro personaje involucrado es Imanol Ordorika, ex dirigente del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), responsable de un rollero manifiesto en que descalifica el llamado de más de 400 universitarios a que la población de la UNAM se organice y designe a genuinos representantes para vencer el asedio porril que sufre la institución. Según él, en las exigencias de seguridad y compromisos de las autoridades de la UNAM “se omite por completo cualquier referencia a los problemas estructurales que afectan a nuestra universidad: la falta de participación real en la toma de decisiones, una estructura de gobierno obsoleta y cerrada, la precarización de los profesores de asignatura, la persistente desigualdad y violencia de género, y las agresiones que sufren estudiantes en muchas entidades. Pretender que el retorno a la ‘normalidad’ resolverá estos problemas es una forma de negar la necesidad urgente de transformación institucional”.
La intromisión de Ordorika sorprende porque, como director que fue de Evaluación en el rectorado del doctor Enrique Graue, ha sido beneficiario de la estructura de gobierno que, acabando prácticamente de regresar de un año sabático en España, llama a cambiar…