Una elección que no se necesitaba, una elección que la ciudadanía jamás pidió y una elección en la que prácticamente nadie votó. Eso es, en resumen la elección judicial, que desde su concepción en la Reforma Judicial, vino de la mano de ilegalidades, “cochupos”, abusos de poder y mucho, pero mucho cinismo de parte de Morena. Es cierto, México sí necesitaba una reforma judicial, pero no la que presentó y aprobó el oficialismo. Vámonos por partes.
Como ya lo hemos discutido en distintos espacios, lo que México necesitaba era una reforma que remediara a profundidad la ineficacia de las fiscalías, los ministerios públicos y las policías, es decir, que la justicia en su nivel más esencial surtiera efecto en las calles y en las comunidades, que propiciara seguridad y justicia para todas las personas; pero esa reforma no llegó, porque Morena privilegió el poder antes que el país.
Jueces a modo, magistrados endeudados con el poder y Ministros afines a la “cuarta transformación” es todo lo que promovió Morena en su reforma, y el resto de la historia la conocemos. El resultado final: una elección de domingo, como otras tantas a las que estamos acostumbrados, para legitimar el ejercicio legislativo más desastroso y lamentable de nuestra historia.
Después de unas campañas sin pena ni gloria, donde el hecho más relevante fue la aparición de los llamados acordeones –ilegales, por supuesto–, se llegó el 1 de junio, la fecha en la que el régimen le pondría el último clavo a la tapa del ataúd de un Poder Judicial autónomo, pero las mexicanas y mexicanos no llegaron a las casillas, 9 de cada 10 electores decidió no participar de esta elección, ¿la razón? El desacuerdo, la certeza de que se trataba de una simulación y la desinformación.
Durante la jornada y en las horas siguientes, se documentaron un sin fin de pruebas que evidenciaban los vicios de la elección y toda la operación de Morena para incidir en los resultados: boletas sin dobleces, marcas y caligrafías idénticas, casillas con más votos que votantes registrados, y una inquietante coincidencia entre los resultados finales y los candidatos predispuestos en los acordeones que Morena repartió haciendo uso de los aparatos estatales de cada entidad y de los programas sociales.
Con las pruebas en la mano es imposible validar tal elección, en principio porque no hay democracia cuando no hay participación, en segundo lugar, porque lo que nace en la ilegalidad se mantiene ahí, fuera de la ley, no se puede avalar. La misma Organización de Estados Americanos luego de observar la elección, llamó a sus países miembro a no replicar este ejercicio.
Por eso, es hora de sumarnos y exigir la anulación de esta elección. Junto a un grupo de ciudadanos hemos presentado un juicio ante el INE, y todas las personas que lo deseen pueden ser parte, sólo tienen que acercarse al PRI y recibirán toda la orientación necesaria para sumarse. Es hora de defender la democracia.