El día de ayer este diario Milenio publicó la columna semanal “Escrito en España” opinión del escritor Arturo Pérez Reverte que cada sábado leo con atención y alegría. Su columna sabatina la tituló “Tutee usted a su puta madre”. Con semejante título, evidentemente invita a su lectura. Es por ello que, al tenor de lo que él escribe, pretendo hacer una reflexión sobre las semejanzas que pueden darse entre dos países que tienen un tronco histórico común: España y México.
Hablando de lo ordinario y bajo del tuteo improcedente, donde los jóvenes y -otros no tanto- parecen ya no distinguir el “usted” del “tú”; y que en España “un ministro de Justicia” tutee a los jueces y estos lo consienten sin chistar, y ese tuteo indiscriminado no parezca sorprender a nadie; dice al respecto del país ibérico: “Lo que por otra parte no tiene nada de extraño en un país como el nuestro, que ha perdido todo respeto hacia sí mismo, si es que alguna vez lo tuvo. Un país de mierda que, entre todos y todas, hemos convertido en esperpento surrealista donde todo disparate se asume con pasmosa facilidad.”
Al leer estas palabras no puedo, por lo menos, dejar de reflexionar desde cuando nos perdimos el respeto y como en México hemos llegado a lo mismo. A ser un “país de mierda” y que entre todas y todos hemos hecho “con pasmosa facilidad” un esperpento de país donde infinidad de personas no respeta reglas ni procederes, y ya no digamos al prójimo, y ni siquiera en el habla: nos tutean sin ton ni son, cuándo nuestra lengua es más completa que el inglés [que solo tiene al ‘you’, indistinto para usted y tu] y el castellano que tiene el tú, usted y el vosotros (con uso en España) y el vos (usado en Argentina). [No sabría cómo sería para los colombianos, acostumbrados permanentemente al “usted” si se hablarán de “tú”.]
Pero en esto la juventud mexicana actual (y otros de mayor edad) –permanentemente atados al teléfono celular- han perdido las reglas básicas de convivencia: el mencionar por “usted” a alguien, el saludo, los buenos días o tardes, el dar las gracias, o el pedir por favor. ¡Pero vaya!, se sienten con derecho a infringir todo, y al reclamo de su conducta ni siquiera una disculpa les pasa por la cabeza. ¿La tendrán hueca?
Me asombra que en donde doy clases y con elevadores exclusivos para personas mayores, embarazadas o enfermos suban tan tranquilamente como si no existiera letrero o aviso alguno. Y lo peor: un piso o dos que pueden ser subidos caminando para hacer algo benéfico por su salud. Y yo, que, si subo cuatro pisos por el elevador, pero desciendo por las escaleras para hacer ejercicio, nunca he visto que lo hagan la totalidad de los jóvenes alumnos. Son contados los que bajan por las escaleras. No se sienten con enjundia, ganas, o impelidos a bajar caminado cuatro pisos de escaleras. Resultado: la obesidad llenando cuerpos de niños, niñas y jóvenes, reclamando enfermedades al por mayor.
Pobre México convertido “en país de mierda” por la inaudita violencia que no cesa, -donde ya parecemos el medio oeste americano del siglo XIX por aquello de que se mata por cualquier cosa y nada más es cuestión de hallar la debida sangre fría del pistolero adecuado-. Y sus jóvenes los principales instrumentos para ello. Sin entender lo que les depara un país sin oportunidades, con violencia a raudales, y sin progreso y desarrollo que les ofrezca forjar un patrimonio. Y entonces, se envilecen por dinero.
Simplemente pensando que el camino más fácil es el de tomar el elevador de subida y de bajada (inhibido para ellos), pero que los llevará por la “senda del éxito”. Infringir las normas (cualesquiera) puede llevar al éxito en este país nuestro. Ha habido, y hay muchos ejemplos. Y se termina usando el “Usted” para que el “Don” empate perfectamente en el habla. ¡Faltaba más! respetemos, ahí sí, al infractor. Empezando por el lenguaje.
No cabe duda: a veces las semejanzas son coincidencias inevitables del destino. Sí España está así, en México las rancheras se cantan requeté bien.