Comenzó a buscarlas para que conocieran su plan. Hasta que un día, en Ciudad Nezahualcóyotl, encontró a Marisol Mendoza, La musa mayor, líder del colectivo Musas Sonideras, a quien planteó realizar un proyecto fotográfico sobre sus travesías. Mendoza escuchó al fotoperiodista que se presentó como César Martínez López, quien fue citado afuera de la estación Revolución del Metro

Y fue ahí donde Martínez López mostró los detalles de su propuesta que abarcaba diez años, siguiendo los ejemplos de algunas profesionales en la materia, como Maya Goded, fotógrafa y documentalista, que han realizado trabajos similares.

Desde entonces acompaña al colectivo Musas Sonideras y retrata la atmósfera que envuelve a estas mujeres, una de las cuales, La musa mayor, es hija de quien fuera creador de Sonido Duende, de Tepito, por lo que desde chica conoció ese oficio.

Martínez había trabajado en una agencia de noticias, pero siempre que terminaba de fotografiar un evento él quedaba con la sensación de que había algo más allá del simple hecho.

Y fue así como en una ocasión quedó prendido cuando terminó una “orden de trabajo” con mujeres sonideras.

En un principio pensó que nada más eran tres integrantes del colectivo, pero quedó pasmado cuando La musa mayor le informó que ya sumaban 44. “Pues genial, ¿no?”, le dijo el fotógrafo, “vámonos con todas”.

Producto de esos cuatro años, César Martínez López expone una serie fotográfica en la galería José María Velasco, en Tepito, donde aparecen estas mujeres abriéndose paso en un oficio que por tradición ha sido encabezado por hombres.

Un ejemplo de que este oficio ha sido más de hombres, está el caso de Ramón Rojo Villa, con su popular sonido La Changa, cuyo nombre hace eco cuando sale de su poderoso equipo.

El legendario líder de La Changa, aunque más popular por su irrupción en el pueblo Peñón de los baños, es originario de Tepito, barrio en el que empezó a trabajar con Guadalupe Reyes Salazar, la primera sonidera, conocida como La Socia.

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En el texto de presentación, titulado Musas Sonideras: mujeres frente al micrófono, un acercamiento al ambiente sonidero femenil, César Martínez López coloca un epígrafe:
“Como dice la canción, todo empezó… en el momento indicado…”
A continuación, un entresacado:
En 2017, luego de 12 años como fotoperiodista, decidí trabajar de manera independiente y documentar los procesos colectivos y comunitarios en la Ciudad de México.

Para 2019 comencé a registrar a colectivos de personas en la colonia Guerrero y la Merced, y en el 62 aniversario de los mercados de la Merced, la colectiva Barrio Chido de la Meche organizó el concurso “Bailando por el Barrio” en la Plaza de la Soledad. Como parte del cartel cultural participaron las “Musas Sonideras”, quienes amenizaron el baile.
Al tiempo que tocaban y las fotografiaba, surgían dudas: ¿Cuántas mujeres sonideras hay en un ambiente protagonizado por hombres?, ¿cómo se enfrentan a un público que considera este oficio del género masculino?, ¿cómo se relacionan con sus compañeros?, ¿qué les implica trasladarse de un lugar a otro? Tantas preguntas, pocas respuestas y muchas menos fotografías.

Así, me acerqué a una de ellas, Marisol Mendoza, para proponerle responder estas preguntas con un proyecto fotográfico documental.
Llegué al metro Revolución y ya estaban haciendo pruebas de audio, enseguida de ser presentadas y a ritmo de salsa, tres Musas Sonideras pusieron a bailar a la gente.
Entre acorde y acorde, desde el micrófono invitaban a “la banda” a ser incluyente y a la no discriminación de ningún tipo.
Ya para la tercera tocada Marisol Mendoza me preguntó “¿cuánto va a costar?”, le contesté “nada, si quieren les hago sus fotos a cambio de que me enseñen a bailar”. Marisol solo me pidió 5 pesos (para entrar al baño).
Han sido los 5 pesos mejor invertidos en mi vida. Cinco pesos que me han permitido conocer, compartir, crear y valorar los procesos colectivos desde la música.
De aquel 2019 al día de hoy sigo su andar, ellas detrás del micrófono, yo detrás de la cámara.
He pensado desarrollar este proyecto documental por 10 años, pero en el camino se han presentado hechos como la emergencia sanitaria ocasionada por el virus SARS-Cov2, que me ha llevado a reconfigurar su proceso.
Cuando la pandemia ocasionó el cierre de comercios, las mujeres sonideras se solidarizaron con grupos y colectivos en defensa del comercio local, esto me llevó a buscar dignificar en este proyecto el trabajo que ellas realizan a pesar de la pérdida de sus seres queridos en la pandemia.
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César Martínez López, quien calcula haber tomado hasta ahora alrededor de 7 mil fotografías, opina que las sonideras han enfrentado discriminación por el simple hecho de ser mujeres en un ambiente que está permeado por una cultura machista.

—Y han buscado alternativas.
—Sí, se van a conquistar otros espacios, y eso se me hizo muy atractivo: tocar ambientes donde el sonidero como tal no frecuenta, y ser recibidas de una manera muy afectiva y muy amorosa; eso hace que generen un ambiente sonidero.
—De empatía…
—Sí, eso ha sido muy agradable. Yo siempre he creído que la fotografía te lleva a conocer otros oficios, profesiones; la fotografía me ha llevado a conocer esos espacios y conocer gentes.

En la galería José María Velasco también es entrevistada Layla Sánchez Kuri, investigadora de la UNAM, quien tiene poco más de tres años de colaborar en trabajos de gestión con Musas Sonideras y en la parte administrativa con Marisol Mendoza, Musa Mayor, fundadora del colectivo, a quien siempre buscó.

La académica, cuyos temas de investigación han sido con perspectiva feminista, conoció mujeres sonideras a través de las redes sociales; luego, por una feliz casualidad, en una reunión con Las mujeres vinileras, donde estaba Marisol Mendoza y Sol Salsita.
—Qué dijiste— se le pregunta.
—Guau, aquí están Las musas sonideras que yo tanto anduve buscando. Y así, un día, le dije a Marisol que quería integrarme al ambiente sonidero, y entonces me invitó.

En ese andar ha conocido sonideras que provienen de dinastías dedicadas a ese oficio —hijas, hermanas, esposas—, pero también se han sumado mujeres a las que gusta ambiente, y entonces agarran el micrófono para animar y a maniobrar aparatos.
Y aunque La musa mayor es originaria de Tepito, en este oficio hay sonideras de Peñón de los Baños, de Azcapotzalco, Iztacalco, de Xochimilco, entre otras partes de la capital, la zona conurbada y otras entidades, así como de mexicanas radicadas en Estados Unidos, con lo que suman unas cien, “que es muy poco para la cantidad de sonideros que hay”, comenta Sánchez Kuri.
—Es un movimiento nuevo.
—Más que movimiento pienso que están volteando a ver que existen, que hay mujeres con trayectorias de 25, 27 años que han estado ahí, acompañando, y que incluso, el origen del sonidero es una mujer conocida como La Socia, que vivía aquí, en Tepito, en la famosísima vecindad de La Casa blanca. Y que ella empezó a poner música hace más de cincuenta años.
—En los próximos días serán escuchadas por visitantes extranjeros en un escenario diferente.
—Sí —responde la académica—, van a representar al colectivo en el Festival Cervantino. Nos da mucha alegría, porque eso quiere decir que personas de muchos países van a disfrutar el trabajo de las mujeres sonideras.
Son imágenes de Las musas sonideras reunidas en la galería, donde también instalaron una maqueta que representa el escenario con aparatos, como bafles, focos, incluso música tenue, y personajes de un colectivo que por primera vez participará en esa plataforma internacional donde espectadores de varios países disfrutarán sus mezclas de ritmos y resonancias musicales.