Buscan encuadres más propicios y disparan. Andan en busca de “la mejor foto”. En un parpadeo pueden pescarla. Y a veces en fracciones de segundos. O un pestañeo. Hacen malabares. Como el día en que Joaquín El Chapo Guzmán era custodiado por militares. Entonces el fotoperiodista Guillermo Perea, desde algún lugar, lograba congelar la imagen mientras el presunto era embutido por la parte trasera de un avión.
Es un ejemplo de lo que son capaces los fotoperiodistas que en cada disparo intentan cazar la mejor placa para llevarse la primera plana de un diario o estar en la pantalla de un portal de Internet. En este oficio andan ojo avizor. Y apúrate porque la competencia es dura. En esas anda el que brinca de la nota rosa a la nota roja, como él mismo expresa.
—¿Así?
—Así, porque un día estás aquí; otro, allá, o puedes regresar al lugar de donde te dieron las gracias, pero con el compromiso de que puedes volver.
Y hay de todo en un libro que se acaba de publicar con fotografías de 12 fotoperiodistas de diferentes diarios y agencias de noticias. Algunas de dichas fotos se exponen, asimismo, en vitrinas de la estación Zócalo del Metro.
Es un mosaico de cuadros.
Desde personas que disfrutan la ceremonia de Independencia en el Zócalo y la imagen de Mujeres caracterizadas de Adelitas, de Araceli López, hasta fotos de Juan Pablo Zamora Pérez, quien capta el perfil de una señora con un lienzo que le cubre medio rostro mientras estira la mano en un pasillo de la estación Garibaldi del Metro.
O esta imagen de Rodolfo Angulo, quien retrata a un grupo de trabajadoras sexuales que se reúnen para realizar una procesión. Todas se cubren el rostro con níveas máscaras en formas de calavera.
Son algunos ejemplos.
Pero enfoquémonos en tres fotoperiodistas a los que se entrevistó; en primer lugar está Guillermo Perea, camarógrafo de Multimedios, quien tuvo la destreza de enfocar su cámara desde la parte trasera de un avión de la Secretaría de Marina, desde donde logró captar a otra aeronave en vuelo, de frente y en primer plano, y otras seis al fondo.
La hazaña fue realizada a varios pies de altura, mientras cruzaban el espacio aéreo del Centro Histórico de Ciudad de México. Por eso Guillermo Perea, con una experiencia de casi 25 años, nos llevan a la calle Francisco I. Madero, centro de la capital, para revelar más o menos a qué altura, y en línea directa, pudo enfocar su cámara y hacer clic.
“Yo empecé en una agencia que se llamaba Maya Comunicación y después en Cuartoscuro, de Pedro Valtierra”, dice.
Aquel día, un 16 de septiembre, durante el desfile militar, Perea abordó la aeronave en el aeropuerto de Santa Lucía y, con todas las medidas de seguridad, desde la escotilla, enfocó su cámara. Ya traía en mente cómo y el momento preciso para disparar.
Y casi a mitad de la calle peatonal alza la mirada y, mientras recuerda lo que hizo aquel 16 de septiembre de 2013, relata:
“El corte de mi cuadro es prácticamente donde está la Cámara de Diputados, sobre avenida Congreso de la Unión y, al fondo, lo que nos da es la Torre Latino”.
Otro fotoperiodista, quien se firma como Eneas, cuyo nombre completo es Rodrigo González, tuvo la idea de ir a la zona de la Lagunilla y desde una azotea disparó su cámara hacia la Plaza de la Constitución.
La idea era que su imagen hiciera contraste con las culturas prehispánica, virreinal y moderna, razón suficiente para que el jurado calificador la escogiera como portada del libro.
—Muy interesante— se le comenta.
—Increíble, increíble —expresa emocionado—, porque cuando me comunicaron que iba a estar en la portada, me dijeron que fue un proceso de selección por voto.
—¿Cuándo y cómo fue?
—Esa foto de portada la tomé con telefoto desde la azotea del Deportivo Guelatao. Fue en el 2021, cuando estaban conmemorando la caída de México-Tenochtitlán. Parece que la figura de Quetzalcóatl, que está en un edificio del Gobierno de la Ciudad, está a punto de impactarse con una torre de la catedral metropolitana.
Y el tercer fotoperiodista llega en su moto por la calle Donceles. Viene de reportear una nota policiaca en Tepito, donde, como ya es casi costumbre, asesinaron a un sujeto en la calle.
Es Francisco José Rodríguez Gaytán, que retrató a la actriz y bailarina Yolanda Montes Tongolele, quien en 2012 recibió un reconocimiento por sus 65 años de trayectoria en el teatro Esperanza Iris.
En ese entonces Rodríguez trabajaba en la sección de espectáculos de un diario y ahora cubre la nota roja.
—¿O sea?
—Pues de la nota rosa a la nota roja— dice y sonríe.
Y arranca en su moto.