Los gobiernos entrante y saliente están en una disyuntiva y no por el aspecto económico. Es un hecho que el presidente no cederá ningún centímetro de poder hasta el 30 de septiembre de 2024. No tendría que hacerlo: el triunfo del 2 de junio es más de su proyecto que de las figuras que promovió en toda la elección incluida la candidata oficial. Pero ella -la doctora- debe cuidar formas y dichos aun más de lo que cualquier otro candidato de la historia moderna mexicana para no ser desmentida o atacada de forma pasiva desde la mañanera.
Sheinbaum deberá hilar muy fino para evitar cualquier enojo de un presidente que ha logrado trasladar su triunfo y adjudicárselo en tiempos y formas. No, no son los tiempos y las formas que quiere la doctora para las reformas sino las de López Obrador, tampoco son los tiempos y formas para dar a conocer su gabinete puesto que las negociaciones internas aun no acaban. Más de uno siente que su colaboración con el triunfo de Claudia debe pagarse con una cartera y esos puestos son finitos.
A ello, habrá que sumar los berrinches donde Morena perdió de manera oficial y que, hoy, ya están impugnados. El partido y aliados están en todo su derecho de ganar en la mesa lo que perdió en el proceso electoral, lo que no se vale es que los medios no den la información completa a la población para evitar suspicacias y confusiones.
Cierto, el IEPC tuvo errores como también los tuvo el INE y toda la elección, es constitución natural de un proceso donde los ciudadanos son capacitados pero no expertos en el manejo de paquetes electorales. No obstante, los medios deben dar la dimensión de los errores sin exageraciones y menos para sumarse a la estrategia poselectoral de ningún partido.
Eso, por supuesto, si no son parte de esa estrategia para ganar algo en el futuro inmediato o, existen, aplicar venganzas a quienes piensan que son sus enemigos.
Enrique Alfaro no ganó un solo amigo dentro de la prensa local o nacional. Cierto, hay quienes lo visitan y disfrutan de su presencia y su convivencia, pero no harán nada por defenderlo cuando venga el ocaso de gobierno. Al contrario, muchos de ellos esperan el momento para desconocer los días de vino y rosas y espetarle su desprecio.
Otros, ni siquiera aguardan el momento. El miércoles, dentro del informe que Ricardo Villanueva dio como rector de la Universidad, hubo un momento de aplausos para Alfaro por la cesión de escrituras de edificios emblemáticos de la Universidad. Hubo quienes se guardaron los aplausos, como si el pudor luego de la confrontación entre el grupo Padilla y Alfaro les fuera dar ganancias dentro de la alternancia interna tan llena de grillas y animosidad. Sin Raúl Padilla, los balances internos de la Universidad son tan endebles como los de Morena sin López Obrador o los de Futuro sin Kumamoto.
A propósito, esta semana aparecieron un puñado de escritos y ensayos sobre lo que falló dentro de la organización política y que la llevó a la pérdida del registro. Muchos, con profundo dolor y reflexión sobre cómo se apoyó una hipócrita propuesta independiente que en realidad quería, desde el inicio, la conquista del poder por el poder, no por el servicio público.
Hoy, Kumamoto no necesita a Futuro, vehículo que es solo un cascarón que no atrae ni siquiera a esos miembros de la clase media del distrito 10 que creyeron en la posibilidad de una política sin partidos, fresca, de cara a una sociedad con necesidades diferentes a lo que proponen los enquistados grillos jaliscienses.
Al contrario, Kumamoto ganó perdiendo y será uno de los que sean anunciados en el gabinete -no flamante, que quede claro- de la presidenta.
Puesto que servirá para otro trampolín hacia 2030, donde ganará.
Porque, seamos honestos, Movimiento Ciudadano peca de lo mismo que los partidos tradicionales: pocos cuadros que entusiasmen, fisuras internas y el pago de favores a través de puestos en la estructura de gobierno. Nada que entusiasme hoy en día.
Por último, el Congreso. Hace mucho que no se veía tanta estridencia en las curules.
Lástima que eso no sea sinónimo de eficiencia. Algunos de los diputados locales que lograron llegar no se les recuerda más que por sus escándalos, sus chapulineos y hasta por sus acciones inconfesables.
Y se venden como puros.