La historia es antigua. Los tiempos que vivimos hoy, tristes y trágicos, tienen sus raíces en el siglo IX, en los siglos XVII y XVIII. Nunca como hoy es tan cierto decir que para entender el presente debemos conocer el pasado.
La Rus de Kiev fue una confederación de pueblos eslavos que floreció desde fines del siglo IX hasta la invasión de los mongoles a mediados del siglo XIII. En sus tiempos de esplendor abarcaba desde el mar Báltico en el norte hasta el mar Negro en el sur. Ahí, en 988, Vladimir I, príncipe de Kiev, adoptó con su bautizo la confesión del Imperio bizantino como religión de Estado para la Rus de Kiev. La invasión de los mongoles, y más tarde la ocupación del territorio por los tártaros de la Horda de Oro, significó su desintegración en varios feudos, uno de los cuales fue Rutenia, que reunía a los pueblos que habitaban al oeste de la Rus de Kiev, en la frontera con el reino de Polonia y el gran ducado de Lituania, y significó también que la iglesia ortodoxa de Kiev buscara refugió en Moscú. La necesidad de proteger sus fronteras contra las incursiones de los tártaros propició la formación de una casta de guerreros, los cosacos, establecidos en las estepas que daban al mar Negro (lo que hoy es el centro de Ucrania y el sur de Rusia). Los cosacos deseaban ser libres, vivir fuera de la dominación de los polacos y los lituanos, y fuera también de la Iglesia católica. Ellos eran ortodoxos. Tras una rebelión, a mediados del siglo XVII conquistaron su independencia, fundaron un Estado, el Hetmanato, que sin embargo, ante la amenaza de los polacos, fue orillado a firmar un tratado de vasallaje con el principado de Moscú. El Hetmanato de los cosacos, en lo que hoy es Ucrania, era desde entonces un territorio disputado por Rusia (Moscú) y por Occidente (Polonia y Lituania). En 1772, tras la partición de Polonia por los Habsburgo, la región fue dividida entre los imperios de Moscú y de Viena.
Tras la división del Hetmanato, la región vivió experiencias muy distintas: el oeste del territorio conservó su lengua, el ucraniano, pero el este, en cambio, vivió la migración de rusos a sus ciudades, incluso la deportación de ucranianos a Siberia. El ucraniano fue prohibido por el zar Aleksandr II. Pero la región no perdió su identidad. Tras el estallido de la Revolución bolchevique en 1917, y el fin de la Gran Guerra en 1918, Ucrania declaró su independencia de Rusia y de Austria. Sin éxito. En el curso de la década de los veinte fue incorporada a la URSS. La rusificación de Ucrania fue especialmente cruel en tiempos de Stalin. Hubo destrucción de documentos y monumentos, y millones de ucranianos murieron a principios de los treinta, durante la hambruna del Holodomor. Tras el colapso de la URSS, Ucrania renació de nuevo como país independiente en el verano de 1991. Pero permanece dividido por su historia, entre Rusia y Occidente. El oeste es católico; el este es ortodoxo. El oeste habla ucraniano; el este habla sobre todo ruso. El oeste (Galitzia y Volinia) fue incorporado a la URSS apenas en 1939, tras el pacto firmado por Hitler y Stalin; el este, en cambio, ha sido desde el siglo XVII parte de la Vieja Rusia. La guerra ha desgarrado una vez más a Ucrania, que desde hace siglos vive a la sombra de Rusia y de Occidente.
Carlos Tello Díaz**Investigador de la UNAM (Cialc)
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