Melissa alcanzó el lunes la categoría 5, la máxima de las mediciones de ciclones en la escala Saffir-Simpson. El martes tocó tierra en Jamaica, que devastó, no sabemos aún qué tanto; el miércoles pasó por Cuba, donde fueron evacuadas 800 mil personas, el 10 por ciento de la población de la isla, y donde dejó incomunicadas a cerca de 200 mil. Hoy alcanzará, ya menos destructivo, a las Bahamas. Es uno de los huracanes más peligrosos registrados en la historia, por su fuerza, con vientos de cerca de 300 kilómetros por hora, y por su lentitud, apenas 4 kilómetros por hora, la velocidad de una persona que camina.
“Es probable que la proporción de ciclones tropicales de categoría 4-5 aumente a nivel mundial con el calentamiento”, aseveró en su informe de evaluación más reciente el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático. El Acuerdo de París, firmado en 2015, quiso limitar el incremento de la temperatura global a no más de 1.5 grados por encima de su nivel preindustrial, que es el umbral más allá del cual los científicos consideran que los cambios provocados por el clima serían devastadores. Fracasamos, acaba de anunciar el secretario general de las Naciones Unidas. La temperatura global subió ya 1.5 grados.
Hay un grado de incertidumbre muy alto respecto a las consecuencias que tendrá, a largo plazo, el cambio climático, pero conocemos ya con seguridad tres de sus efectos. Uno, el incremento del promedio de la temperatura en el planeta (1.5 grados); dos, el incremento del nivel del mar (un promedio de 3 milímetros por año desde 1992); y tres, el incremento de huracanes de gran intensidad (un promedio de 26 por ciento a nivel global, desde principios del siglo). Al ser más elevada la temperatura del mar, los huracanes generan vientos más calientes, son más intensos, están más cargados de agua. El número de ciclones, huracanes y tifones de gran intensidad ha aumentado durante los últimos años, pero en algunas partes del planeta, el aumento ha sido dramático. El caso más crítico es el norte del Atlántico, donde en las últimas décadas se ha disparado el número de huracanes de categoría 4-5. Según el libro Cambio climático, de Mario Molina, José Sarukhán y Julia Carabias, entre 1976 y 1985 hubo 2 huracanes intensos en el norte del Atlántico; entre 1986 y 1995 hubo 5 huracanes intensos; entre 1996 y 2005 hubo 14 huracanes intensos; entre 2006 y 2015, en fin, hubo 27 huracanes intensos. Algunos de ellos son famosos por la devastación que provocaron, como Gilberto (1988), Katrina (2005) e Irma (2017), y ahora Melissa (2025).
Los huracanes siempre han existido en el Atlántico (hurakán era el nombre que le daban los taínos al dios de las tormentas en el Caribe). Pero ahora son más intensos y más destructivos, a causa del cambio climático. Los océanos capturan el 90 por ciento del exceso del calor que generamos con nuestras actividades; absorben cada año cerca del 25 por ciento del dióxido de carbono que está en la atmósfera a causa de la contaminación que producimos, lo cual vuelve sus aguas más ácidas. El calentamiento global sigue su curso. Los cambios en la naturaleza de los ciclones han sido generados por un incremento de 1.5 grados en la temperatura media del planeta. ¿Qué va a suceder si llegamos a 2 o 3 o 4 grados?
 
	