Cultura

Mi maestro el pulpo

  • La pantalla del siglo
  • Mi maestro el pulpo
  • Annemarie Meier

Cuando escuché el título del filme ganador del Oscar a mejor documental me pregunté cómo era posible que una película sobre un pulpo podía ser más interesante que la también nominada El agente Topo en la que Maite Alberdi observa el día a día de mujeres en un asilo de ancianos en Chile. Después de ver Mi maestro el pulpo (My Octopus Teacher) tengo que admitir que el filme me emocionó profundamente. No porque me identifiqué con el pulpo como maestro sino por la manera cómo se construye la observación de una discreta y sorprendente relación entre un humano y una criatura submarina y por la belleza de los enigmáticos fondos marinos con sus plantas, colores, movimientos y habitantes. Mi maestro el pulpo impacta por lo que vemos, escuchamos, aprendemos y por la manera cómo nos permite observar una experiencia ecológica.

El título del documental nos recuerda lo que leímos hace algunos años en la prensa científica y se difundió en la televisión: Un pulpo encerrado en un frasco encuentra una estrategia para abrirlo y salir del encierro. El filme Mi maestro el pulpo no sólo nos enseña que el octopus tiene una inteligencia parecida a la de un gato o un perro, sino que percibe -¿siente, se comunica y piensa?- a través de sus tentáculos y ventosas que conforman, según la película, 2/3 de su inteligencia. También descubrimos que el pulpo no sólo dispone del cambio de color y la “tinta” para ahuyentar a un perseguidor, sino que recurre a estrategias de disfraces y construcción de escondites para burlarlo.

Mi maestro el pulpo seduce al público ya que no es un documental de corte científico al estilo de Discovery Channel o National Geographic, sino una película narrativa que cuenta la experiencia del cinefotógrafo sudafricano Craig Foster, quien, a partir de un profundo burn out por tantos viajes y trabajo, hace un alto en el camino y se da a la tarea de bucear cada día a pulmón frente a su casa de madera cerca de Ciudad del Cabo. Sin tanque de aire ni traje de neopreno bucea por la selva de algas, observa la riqueza del suelo submarino hasta que detecta un pulpo hembra detrás de una roca. A partir de este momento y sin perder su validez científica, el filme narra la historia de una amistad – si no de un amor – entre el humano y el pulpo -al que Foster se refiere con el artículo femenino “ella”- para describir y registrar durante más de 300 días cada paso de su lento acercamiento, los tocamientos, situaciones de peligro y estrategias de defensa que utiliza el pulpo.

Lo que un grupo de expertos en guión, producción, cámara y edición crearon con el material de Foster, su camarógrafa Pippa Ehrlich y los emotivos comentarios del documentalista, resultó en una historia llena de suspenso, poesía y emoción acerca del reconocimiento – ¿ y enamoramiento?- de un hombre por la belleza e inteligencia de una criatura submarina y su entorno. Los defensores del documental clásico dirían quizás que se creó una ficción, un docudrama o un híbrido. A mi me recordó documentales como Atlantis de Luc Besson, El hombre oso de Werner Herzog y La marcha de los pingüinos de Luc Jaquet, documentales que narran historias, construyen suspenso y nos enseñan respeto y admiración por la naturaleza.

Annemarie Meier


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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