Política

¿Adiós a los (estupendos) coches chinos?

Las cosas serían mucho más fáciles si el señor que despacha en la Casa Blanca no arremetiera en contra de los tradicionales aliados de los Estados Unidos en lugar de asociarse con sujetos de la calaña de Vladimir Putin y otros impresentables.

La asociación con México, para mayores señas, tendría que ser una de las prioridades de la política exterior de nuestro vecino país con todo y que la cultura del resentimiento que cultivamos en estos pagos nos lleve, a nosotros, a no querer asociarnos demasiado con los yanquis imperialistas de siempre.

Pues bien, nuestra querencia natural, por una mera cuestión geográfica y, mirando el tema de manera más moderna, por el simple giro de la historia en los últimos tiempos, es Norteamérica, así sea, como decíamos en el párrafo anterior, que los muy ambivalentes sentimientos que nos despiertan los ‘americanos’ —se nos atraviesa, para empezar, el mismísimo gentilicio que se han arrogado por sus fueros—, una mezcla de rencor y envidia teñida, a la vez, de oscura admiración, nos hagan rechazar ese linaje, azuzados en nuestro antiamericanismo, encima, por los izquierdosos populistas de obligatoria raigambre amerindia-bolivariana-pobrista-tercermundista (que no hispanista porque, miren ustedes, los actuales regentes de la cosa pública en este país renegaron de la herencia peninsular al punto de exigirle a Su Majestad Felipe VI, monarca del Reino de España, que se disculpara solemnemente por no haber podido, los naturales mexicanos, seguir siendo indios puros, al cien por cien, sino por llevar sangre española en sus venas a partir de que se aparecieran Colón, Cortés y los suyos en estas tierras).

El tema de la pertenencia a un bloque u otro y de la posible adhesión a una comunidad de naciones viene a cuento porque está teniendo lugar, precisamente ahora, una demanda —nada afable sino muy firme y bastante desabrida al venir de Trump y sus rudos pretorianos— de plena alineación con los intereses superiores del imperio (pero, que quede claro, no de la emergente superpotencia asiática llamada República Popular China, sino del que tenemos al lado).

Justamente, el coqueteo de tantas y tantas naciones con los chinos resulta de una suerte de impulso, digamos, liberatorio o emancipador, y del consabido repudio al orden “occidental”, pero en los hechos viene siendo, sobre todo, una cuestión declaradamente económica, o sea, un asunto de venderles materias primas a los asiáticos, de abrir las puertas a sus inversiones y de comprarles sus manufacturas, más allá de escenificar alianzas para consumo de la galería.

A México le toca, en parecido entorno geopolítico, declarar terminantemente en qué club quiere jugar y dónde están sus inclinaciones. Y, entre los precios a pagar, está lo de que sus consumidores no prosigan con la alegre adquisición de miles y miles de coches chinos. Es una pena, oigan, así de buenos como ya son y, además, no tan caros como los occidentales de siempre. Apresúrense ustedes a hacerse de uno antes de que les caigan encima los aranceles.


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Román Revueltas Retes
  • Román Revueltas Retes
  • revueltas@mac.com
  • Violinista, director de orquesta y escribidor a sueldo. Liberal militante y fanático defensor de la soberanía del individuo. / Escribe martes, jueves y sábado su columna "Política irremediable" y los domingos su columna "Deporte al portador"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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