Después de haber sido premiada en la sección “Una cierta mirada” del Festival Internacional de Cine de Cannes en mayo del 2024, la película “Black Dog” del realizador chino Guan Hu, formó parte de Muestra de la Cineteca nacional de México pero no encontró la merecida difusión. Ahora que está en streaming es importante hablar de ella ya que pone luz sobre aspectos y regiones de China que distan de la imagen de éxito y modernismo que nos muestra, entre otros, el canal chino de televisión abierta que podemos ver en nuestro país. “Black Dog” (Perro negro) nos regresa a junio del año 2008 cuando Pekín estaba por inaugurar los Juegos Olímpicos. La propaganda por la Olimpiada aparece en cada rincón de la pequeña ciudad Chixia que ha sido abandonada por buena parte de su población. El deterioro es palpable por las filas de edificios en ruinas, negocios cerrados y la pobreza de los habitantes dominados por un par de tipos poderosos y corruptos. Colindando con el desierto de Gobi la ciudad sufre además del acoso de jaurías de perros que provocan pavor e imposibilitan atraer la inversión necesaria para nutrir el sueño de industrialización y éxito.
A este ambiente degradado llega Lang - interpretado por el taiwanés Eddie Peng – después de haber purgado diez años de prisión por provocar la muerte de un sobrino de un poderoso en una competencia de motociclismo. Lang es registrado como persona en libertad condicional y el municipio lo contrata para la fila de empleados cazaperros que corren por las calles con redes y encierran a los perros en jaulas y terrenos bardeados. A través de elipsis que muestran situaciones y momentos clave del reencuentro de Lang con una ciudad cambiada y violenta, un padre enfermo, un zoológico y un circo ambulante que más que diversión dan tristeza, la película esboza, cuadro por cuadro, el desarrollo de una profunda amistad entre Lang y un galgo negro extremadamente flaco perseguido por todos.
La manera visual, metafórica y alejada del discurso verbal con la que “Black Dog” ilustra la situación y vida animal y humana en el poscomunismo chino, es original y potente. Nos falta conocimiento de la cultura y el idioma chino para entender a fondo el manejo estético y simbólico de aspectos del filme pero el ambiente, los impresionantes cuadros y la relación entre los animales y los humanos basta para reconocer las inquietudes, la crítica y los guiños de humor de Guan Hu y disfrutar su manera magistral de construir una película. Desde la primera secuencia que muestra el paisaje árido del desierto de Gobi, una jauría de cientos de perros que lo invade para rodear un camión con pasajeros que derrapa y se voltea por al ataque canino y provoca que los pasajeros tengan que abandonarlo a través de las ventanas y el parabrisas destruido. Otro cuadro recurrente es la visión desde arriba de la ciudad abandonada ya que Lang, como motociclista acrobático, suele subir a un mirador y observar el panorama durante largo rato. Como siluetas contra el cielo, galgo y humano componen la imagen de esfinges o gárgolas de una catedral medieval. ¿Serán los guardianes de la resistencia frente a una sociedad degradada y abandonada por el poder? ¿Serán las jaurías de perros la población desplazada por decisiones desde el estado?