
El domingo pasado se derrumbó el delirio de superioridad moral que López Obrador convirtió en alucinación colectiva. García Harfuch y Gertz Manero lo sepultaron, quizá para siempre, al anunciar con bombos y platillos el mayor golpe al crimen organizado en lo que va del sexenio: las órdenes de aprehensión giradas contra los hermanos Manuel Roberto y Fernando Farías Laguna, sobrinos políticos del ex secretario de la Marina Raúl Ojeda, que dirigieron y usufructuaron durante varios años una red de huachicol fiscal en las aduanas de Tamaulipas.
En rigor, el anuncio de las autoridades no fue una novedad, pues desde noviembre de 2022, Loret de Mola denunció en El Universal las corruptelas que ambos juniors perpetraban en la Marina, bajo el manto de impunidad que les daba su tío Raúl. En aquel tiempo, la gasolina mexicana todavía era más barata que la gringa, pero a partir del 2023, el aumento de precios decretado por Pemex les abrió una ventana de oportunidad para hacer el negocio del siglo. Por supuesto, Gertz Manero y García Harfuch pretenden exonerar a Raúl Ojeda para que la chamusquina del incendio no llegue a Palenque, pero el artículo de Loret y muchas otras noticias viejas sobre la corrupción en las aduanas marítimas indican muy claramente que ni Ojeda ni AMLO pudieron ignorar el enorme desfalco. El caudillo repitió hasta la náusea que todos los presidentes conocen de primera mano los negocios turbios de sus subalternos, les dan el visto bueno y se llevan la mayor tajada. ¿Nadie seguirá esa línea de investigación?
En sus dos modalidades, contrabando y robo de combustibles, el huachicol ha sido la mayor sangría de recursos públicos registrada en México durante el siglo XXI. Sólo en 2024, el monto estimado por este delito alcanzó los 24 mil 738 millones de pesos, según cálculos del ex rector de la UNAM Francisco Barnés de Castro. En el sexenio de Peña Nieto, el negocio del huachicol se disparó hasta las nubes. Con un triunfalismo hipócrita digno del general Santa Anna, López Obrador declaró haberlo erradicado mientras toleraba su expansión. Para las huestes de Morena, Pemex tiene un valor sagrado, aunque hoy en día sea el único monopolio deficitario del mundo. Con tal de sostenerlo en pie, AMLO no vaciló en contraer una deuda monumental con los tenedores de bonos. Todos los contribuyentes pagaremos su obstinación y la de Sheinbaum, que ha seguido la misma política. Para colmo, la gasolina nos cuesta un ojo de la cara. Hoy en día, los huachicoleros incrustados en el Gobierno son los únicos beneficiarios de la gesta heroica emprendida por el Tata Lázaro.
Junto con la rapiña descubierta en la Secretaría de Marina, el régimen arrastra el escándalo de La Barredora, en el que Adán Augusto está metido hasta el cuello, aunque los morenistas lo arropen con un cinismo ejemplar. El almirante Ojeda, Rocha Moya y Cuauhtémoc Blanco también gozan de impunidad, no porque así lo disponga la Presidenta, sino porque su padrino político se lo ha ordenado, para cumplir con el principal mandamiento de todas las mafias: cubrirse la espalda protegiendo a los cómplices. Hasta el momento Sheinbaum no ha creído necesario limpiar a fondo su casa. ¿Para qué, si tiene altos niveles de aceptación en las encuestas? Pero la podredumbre institucional no puede combatirse con medias tintas. Al atarse de manos, o permitir que se las aten, la Presidenta envía un claro mensaje a los cuadros superiores de su partido: roben a mansalva sin temor alguno, porque el gran jefe Cabecita Blanca les otorga una indulgencia plenaria. Tal vez un rufián de segunda fila caiga en manos de la justicia, como le sucedió a los hermanos Farías, pero todos los capos de la familia son intocables.
La presidenta Sheinbaum quizá reprueba este contubernio en lo más hondo de su conciencia, pero hasta hoy lo mantiene intacto, aunque la razón de Estado exija un combate más enérgico a la corrupción del pasado inmediato. Los malpensados creen que actúa en defensa propia, pues hay abundantes pruebas de que una parte de las ganancias obtenidas en el huachicol fiscal sirvió para financiar las campañas electorales de Morena. Seguramente costó una fortuna cubrir todas las bardas de la República Mexicana con la leyenda “Es Claudia” y no podemos descartar que Mario Delgado, dilecto amigo del huachicolero Sergio Carmona, asesinado en Monterrey, haya recurrido al dinero sucio para financiar esa aplanadora publicitaria. Pero demos a la Presidenta el beneficio de la duda: si está libre de culpas, como sostienen sus seguidores más fieles, la somera limpia que parece haber emprendido debe calar más hondo: de lo contrario la facción podrida de la 4T acabará engullendo a la sana. Postergar decisiones a la manera del príncipe Hamlet no podrá eximirla de resolver su mayor dilema: la amputación o la gangrena.