Si usted no conoce un transexual, este es el día ideal para que lo conozca. Luis Carmen Guevara Guerrero, Carmelo, como algunos lo llaman de cariño. El que se escondía de niño para jugar con muñecas y cuyo padre lo golpeaba si lo encontraba. El que solo terminó primaria porque el acoso en contra de él y su familia se convirtió en impedimento para acceder a la secundaria. El que adoraba los domingos porque se podía vestir de manera femenina e ir a la peluquería de una tía para mirar los peinados que le hacían a las chicas mientras él recogía los cabellos del suelo. Ahí le pusieron el apodo de Wendy Nayeli, en referencia al personaje que hacía Angélica Vale en la telenovela Amigas y Rivales. “Una sirvienta que se convertía en estrella”, dice la propia Wendy en medio de una franca y contagiosa carcajada, al tiempo de echar a volar su larga cabellera con extensiones rubias.
Wendy Guevara es hoy el personaje más entrañable y popular de la televisión nacional. Finalista de La Casa de los Famosos, un reality dentro del formato Big Brother, que ha logrado dar aliento a Televisa en un mundo de plataformas digitales y que, de forma aún más relevante, otorga una pista para entender la inserción del mundo trans en nuestra sociedad.
“Por estadística les digo, este reality lo ganan mujeres”, dice Sergio Mayer, otro de los finalistas. “Tú vas a ganar, Wendy”. “¡Qué te pasa!, yo no soy mujer.” “¡Sí eres!”, le dice otro de sus cuatro compañeros varones. “Soy las dos cosas”, dice Wendy tratando de poner punto final a la conversación mientras se da vuelta. “Eres mujer”, insiste su compañero a una Wendy que se aleja.
Wendy hace pipí parada, como ella ha comentado varias veces en el programa y es que, a pesar de tener senos, cadera aumentada y quijada recortada, mantiene sus órganos sexuales masculinos. Wendy no se dice a sí misma ni hombre ni mujer, se dice trans. No se victimiza, no se avergüenza de nada y cuando en un video que circula en redes pide un cocktail de camarones a la orilla de una alberca y el mesero le dice: “enseguida caballero”, ella se ríe sin parar. “¿Pos que no me vio las chichis?”, dice en voz baja a la cámara. Largas uñas rojas, trenzas rubias. “Chale, y yo que me sentía tan nice, tan perra con este bikini”, dice sin poder parar de reír.
Muchas voces del mundo trans la han criticado y rechazan sus comentarios. Dicen que al no asumirse como una mujer, retrasa la lucha que el mundo transexual ha dado a lo largo de décadas. Paradójico: salió de un mundo que la juzga para entrar en otro que también lo hace. Wendy vuelve a reír y dice que ella es lo que es, no lo que otros quieren que sea. Lo relevante es que el público se ríe con ella.
Wendy Guevara ha logrado atravesar la avainillada programación de televisión para entrar a los hogares de las familias mexicanas. Eso habla de un mundo diferente, pero también de un personaje que lo asume con ligereza. Por eso cruza tan bien la pantalla: no exige ningún tipo de trato y eso genera cercanía.
Frente a la angustia de todos por decir el pronombre correcto y fingir que no hay un elefante en la habitación, surge la frescura de Wendy Guevara, quien nos dice: en esta habitación no solo hay un elefante, también hay una vagina y un pene. Y remata con una carcajada.