Le debió haber dado vueltas e la cabeza toda la noche. Quería hacer esa sola pregunta, una sola, esa. ¿La formularía al derecho o al revés? Para las cuatro de la mañana en que se levantó, no se la podía sacar de la cabeza. Se bañó rápido, no desayunó. Antes del amanecer ya estaba en la lista y con ello, en un excelente lugar en el salón: primera fila. Y sí, nuestra mandataria lo miró y lo escogió: A ver, tú.
“Presidenta —preguntó el reportero— ¿no es casualidad que ayer falleciera un marino presuntamente ligado con el tema del huachicol en una prueba de tiro…?”
Imagine un cerillo que se enciende de repente, que va a una mecha y corre y corre por todo el salón. La Presidenta lo interrumpió. Se enojó. Pocos desencuentros más asimétricos que este. ¿Era él un insolente? ¿Ella, la Presidenta de México, había sido ofendida? Es claro que un enojo de tal asimetría lleva a una clasificación social: uno es el que merece ser escuchado y el otro ridiculizado. Y así fue. Era obvio el papel que le tocaría a él.
“La manera en que lo preguntas —dijo nuestra mandataria—, no me parece correcta”.
La mecha hizo que la chispa llegara hasta el atril presidencial y fue entonces que arremedó al reportero en tono burlón. “No le parece que es una casualidad”, dijo agitando la cabeza y con ello la cola de caballo. “Hay que hacer una investigación”, le dijo seria. En ese momento el reportero debió haber sudado dentro de la camiseta, la sudadera con capucha y la chamarra que se puso en la mañana ilusamente pensando que tendría frío, pero no parpadeó. En el instante de mayor tensión, en una coma que duró un siglo y mientras todos miraban para otro lado, la pregunta que ahora todos tenían en la cabeza era: ¿pero sí parece demasiada casualidad, o no?
Este es el séptimo muerto presuntamente relacionado con la red de contrabando de gasolina a gran escala conocido como huachicol fiscal. Tan solo un par de días después del operativo de la semana pasada en que varios marinos, funcionarios y empresarios fueran detenidos, dos marinos murieron, uno supuestamente por suicidio con un tiro en el pecho y otro este, por un accidente en una práctica en el campo de tiro con un impacto que le dio de lleno en la cara.
“Presidenta, pero son dos casos —dijo de manera delicada el reportero tratando de calmar su enojo—. Lamentables —tartamudeó— para las familias, pero, pero…
“Ya no te voy a contestar”, remató nuestra mandataria.
El huachicol fiscal es el fraude más grande en la historia de México. Tan solo para poder comparar, la Estafa Maestra considera 7 mil 700 millones de pesos de desvíos, el fraude de Segalmex 9 mil 500, mientras que el huachicol fiscal 177 mil millones en 2024 y tres veces más desde 2020 en que López Obrador puso los puertos a cargo de la Marina.
La trama es un rompecabezas de corrupción con piezas mojadas: las piezas resbalan, no encajan, se pierden. Carlos Loret lo reveló hace tres años y el Presidente lo negó y desacreditó. Hoy un pañuelito blanco no alcanza para tapar el dinero robado y mucho menos a los muertos.
Con lo cual resulta evidente que la pregunta más punzante no es la del reportero. La pregunta que nos tenemos que hacer es ¿por qué en lugar de que se moleste la Presidenta, no somos nosotros los que nos enojamos?