Me da mucha pena que vivamos la época que estamos viviendo porque si “Maestro” se hubiera hecho todavía hasta hace unos diez, quince años, hubiera alcanzado a convertirse en lo que es, en lo que dice su título: una obra maestra.
Pero como está al lado de “El niñero”, de “Berlín” y de lo que sea, como se estrenó en paquete para rellenar las fiestas decembrinas, como ya nadie se concentra en lo que está mirando y como, en el muy remoto caso de que a alguien le llame la atención, la euforia termina al día siguiente, por más premios que gane, aquí va a pasar muy poco.
Nadie hablará de ella después del Oscar.
“Maestro” es una prodigiosa película de Bradley Cooper (“A Star Is Born”) que, de una manera particularmente artística, cuenta la vida de Leonard Bernstein, una figura fundamental de la cultura estadounidense del siglo XX.
¿Qué tiene de interesante esto si las grandes audiencias no conocen a Bernstein?
Que este señor encaja a la perfección con lo que el espectáculo “mainstream” está pidiendo en la actualidad: diversidad sexual, salud mental, multiculturalidad, prevención de enfermedades, edadismo...
¿Pero sabe qué es lo más maravilloso? Que todo esto va de la mano con un poderoso homenaje a Estados Unidos, al sueño americano, a sus logros artísticos, a sus valores culturales.
Es la historia perfecta para la industria perfecta. No es casualidad que atrás de ella esté la plana mayor de Hollywood con nombres como Steven Spielberg y Martin Scorsese.
“Maestro” va más allá del cine de autor. Es cine de autores. Es cine de industria. Es poder suave. Es la más clara demostración de lo que el cine es en la actualidad.
Por eso hay que verla, gozarla y pensarla. Y tal y como tiene que ser hoy, no en una sala cinematográfica. Hay que hacerlo en Netflix, su plataforma, su casa productora.
Quiero que respire hondo y que entienda la cantidad y la calidad de mensajes que hay detrás de “Maestro”.
Hollywood y Netflix nos están diciendo cosas, cosas importantes, cosas necesarias para ellos y para nosotros sin importar el país en que vivamos.
Cosas como que el arte universal está en deuda con ellos. Cosas como que sin ellos no se entenderían las grandes causas sociales de la actualidad. Cosas como que, los que mandan, son ellos.
Y no está mal porque es lo que hacen los grandes.
Ver “Maestro” es mucho más que ver una película, es hacer un recorrido por la historia del cine porque (y esto es de lo más bonito de este filme) las técnicas cinematográficas van cambiando, dependiendo de la década en la que se esté desarrollando la acción.
No le voy a contar detalles para no arruinarle la experiencia pero le suplico que observe con detenimiento cada una de las secuencias de esta joya bordada alrededor de la música de Bernstein y no al revés como normalmente se hace.
La narrativa es gloriosa porque no es la típica película biográfica que, o apuesta por lo lineal, o apuesta por alterar el orden de las cosas para crear emociones.
El guion de ganador del Oscar por “Spotlight”, Josh Singer, y del mismo Bradley Cooper, es una joya porque, más que contarnos la biografía del compositor de “Amor sin barreras”, toma su vida y la deconstruye para decirle a la gente de hoy: lo que ustedes están viviendo ya le había pasado a esta persona. Mírense en ella.
Por lo mismo, hay muchas cosas en las que no se profundiza, los juicios morales no están donde deberían de estar y a pesar de eso, funciona y hace que el espectador vaya a donde normalmente no iría si estuviera ante una biografía convencional.
Por eso aquí, el personaje de Felicia Montealegre se lleva la película.
Dígame si no, cuando uno está mirando aquello, no puede parar de pensar en esta señora, en lo que debió haber pasado, en lo que debió haber sentido.
Y, por si esto no fuera suficiente, uno, en lugar de satanizar a Leonard Bernstein, termina por asumirlo como la expresión de un amor demasiado complejo para aquellos tiempos.
Aquí sucede algo muy distinto a lo que sucede cuando uno va al cine. Es la fusión de lo digital, no con lo analógico, con lo clásico, con el gran Hollywood de antes, de siempre.
Por lo mismo, no hay manera de mirar esto y de no adorar las actuaciones de Carey Mulligan (“The Dig”) y Bradley Cooper (“The Hangover”).
La química entre ambos es demasiado perfecta para ser cierta. Hay momentos, se lo juro, en los que uno siente que no está viendo ficción, que “Maestro” es un documental.
Las claves están en esos ojos tan llenos de verdad, en esas transformaciones físicas tan brutales y en un sublime trabajo en equipo de especialistas en prostéticos, caracterización, maquillaje, peinado, vestuario y efectos especiales.
Usted súmele eso al talento de estas inmensas estrellas más lo más fino del mundo en fotografía y edición, y el resultado, insisto, es una obra maestra.
Bradley Cooper ya puede decir que consiguió lo que sólo los grandes actores transformados en directores como Woody Allen y Clint Eastwood han conseguido: trascender.
Aunque, claro, como le dije, vivimos en una época muy complicada y lo más probable es que nadie vaya a decir nada de esta película salvo cuando venga al caso con premios como los Golden Globes y los Oscar. ¿O usted qué opina?