Hace cinco sábados tuve oportunidad de sostener una larga conversación con Carlos Manzo. Una amiga en común insistió para que nos conociéramos.
Aquel encuentro sembró una cantidad grande de reflexiones en mi cabeza. No imaginé, sin embargo, que habría de recordarlo por las peores razones.
Ciertamente, al líder del Movimiento del Sombrero parecía no detenerlo nada. Cuando en 2024 Morena decidió arrebatarle la candidatura a presidente municipal de Uruapan, Manzo abandonó esas filas y se la jugó como candidato independiente.
Al final ganó la elección, a pesar de que el partido guinda arrasó en la presidencial.
Con el sombrero bien calzado, varios temas muy delicados fueron ocupando la mesa que nos convocó. Habló Manzo con orgullo de sus policías municipales, de las nuevas patrullas, del equipamiento y de que había llegado la hora de ponerle un alto definitivo a los criminales.
Concluyó que nada de lo hecho antes había funcionado: los acuerdos con la mafia fracasaron, la inacción multiplicó la violencia y los abrazos envalentonaron a los peores criminales.
Era un hombre radical respecto a la violencia. Para Manzo, solo los balazos permitirían a las comunidades recuperar la paz: con esa gente ninguna negociación sirve —insistió— ningún acuerdo, ninguna expresión de tolerancia.
Cuando pregunté si no tenía miedo, respondió que él estaba limpio, que jamás había establecido acuerdos con ninguno de los bandos y que por tanto no le debía nada a nadie: “esa es mi mejor protección”, añadió.
Según su convicción, si la maña no podía reclamar traición, su vida estaba a salvo.
El presidente municipal acudió bien acompañado aquel sábado; su cuerpo de seguridad me dejó en claro que no se trataba de ningún ingenuo.
Con todo, terminaron arrebatándole la vida. No se necesita especular demasiado: lo eliminaron para evitar el contagio de su actitud irreverente.
Si el líder del Movimiento del Sombrero tuvo un enemigo, esos fueron los delincuentes.
Sería ahora una tragedia que, en vez de responsabilizar a sus homicidas, echemos pólvora para alimentar el enfrentamiento y la polarización.
Zoom: Tal cosa es justo lo que habrán planeado los homicidas del líder del Movimiento del Sombrero. Si la impiedad logra que el odio y la colisión predominen, la maña habrá ganado en definitiva la partida.