Conocí en distintos momentos a hombres y mujeres que participaron en las trincheras durante la revolución sandinista. Mexicanos. Algunos en la zona de las refriegas, otros desde la operación de divulgación de la información hacia el exterior. Otros fueron consejeros de la cúpula que salió triunfante con la caída de Somoza, el dictador a quien la gran Ligia Urroz ha dedicado una novela extraordinaria publicada por Planeta este año.
Uno de los ex combatientes se quejaba con amargura por el hecho de que un élite que había participado desde posiciones que no eran, por decir, las de tierra, un grupo que en su expresión “no estuvo en los putazos”, se hubiera hecho del poder y olvidado casi de inmediato de muchos protagonistas adeptos a su causa. El fenómeno no es nuevo: lo mismo pasó en Rusia, por ejemplo, con los líderes bolcheviques, porque las revoluciones y las guerras, menos ahora, no solo se ganan en el terreno con el fusil y la bayoneta.
Carlos Marín suele citar a Salvador Allende con aquello de que las revoluciones las hacen las clases trabajadoras, no los estudiantes, pero esos obreros requieren de la participación de organizadores, estrategas e ideólogos y ahí es donde entran académicos y universidades. Los grupos intelectuales. La inteligencia. Todos peleando desde sus trincheras.
Con el triunfo de la revolución sandinista llegó al poder Daniel Ortega acompañado de escritores como Sergio Ramírez, Tomás Borge y Gioconda Belli. El primero fue vicepresidente, se alejó del hoy presidente, se dedicó a la literatura, ganó el Premio Alfaguara y ha sido un duro crítico de sus ex compañeros de armas, que han salido y vuelto al poder solo para perpetuarse mediante algo muy parecido a la dictadura de Somoza, persiguiendo y cazando detractores.
Envilecido, obsesionado, fuera de control, exhibidos sus excesos y corruptelas, Ortega no admite ya reproches y va a la caza de Ramírez, con quien ha cerrado filas el mundo cultural. No admite las voces inteligentes que alguna vez lo acompañaron. Su piel es tan delgada que ayer reaccionaron con furia porque el embajador mexicano dio retuit al video del novelista condenando la orden de aprehensión.
Alfredo Campos Villeda
@acvilleda