Desde que los estudios de posgrado en educación se asociaron a la posibilidad de una mejora económica a través de estímulos (Carrera magisterial, programa de incentivos, promoción horizontal), la oferta de posgrados se ha ido incrementando de manera indiscriminada. Según nos refiere Moreno Bayardo (2003) entre 1990 y 2000 la matrícula del posgrado en educación casi se triplicó, pasando de 43 965 a 118 099 estudiantes, con una alta concentración en la Ciudad de México y entidades como Nuevo León, Jalisco, Puebla y Estado de México. En estas décadas, la presencialidad en los posgrados era dominante, en los años recientes la oferta de posgrados virtuales, en línea, a distancia, han aumentado considerablemente.
Hoy en día, las maestras y maestros tienen frente a ellos un amplio abanico de posibilidades para estudiar un posgrado en educación, sobre práctica educativa, práctica docente, pedagogía, administración, tecnologías, metodología, investigación, etc. La ponderación que hace la autoridad educativa es el fortalecimiento del desarrollo profesional en docentes de grupo, apoyos técnicos, directivos y supervisores, colocando los estudios de posgrado como un dispositivo para mejorar la calidad del servicio, y por ello, ha aceptado la proliferación de programas de posgrado que ofertan múltiples instituciones sin la claridad de su estructura curricular ni poseer las condiciones académico-institucionales mínimas para su desarrollo. En este tenor, podemos ver una gama de posgrados en educación que parecen ser sólo un negocio para las instituciones que los ofertan (particulares sobre todo), al ofrecerlos para sus estudios en tiempos sumamente reducidos. Esto evidentemente que impacta en la matrícula de instituciones públicas que asumen con mayor seriedad y puntualidad la formación de profesionales de la educación (UPN, Normales, UAEH).
Por otra parte, una gran cantidad de docentes siguen viendo los estudios de posgrado en educación como un medio para escalar laboralmente o bien para la mejora económica. Y sólo un reducido grupo se coloca en la posibilidad de asociar formación teórica-metodológica con la práctica. La exigencia que les plantea a los docentes los procesos curriculares, pedagógicos, didácticos y de gestión de la Nueva Escuela Mexicana es en un nivel alto de comprensión y aplicación en la práctica. La narrativa, situada en una perspectiva de teoría crítica, humanista y de capacidades sólo es posible de su apropiación a través de programas de posgrado consolidados en el campo educativo. _