No es por poner a competir a los dos actores de cine más relevantes de su generación porque no tiene sentido. Pero es buen momento para analizar por qué ellos están reinventando la percepción de la sexta década de maneras disciplinadas, audaces y, sin la menor duda, internacionales.
Estuvimos con el director Joseph Kosinski, quien ha trabajado recientemente con ambos en las cintas F1 y Top Gun Maverick, y aunque seguramente ya está cansado de que le pregunten sobre la diferencia en el estilo de los actores de 61 (Brad) y 62 (Tom) años, constantemente encuentra una forma de explicar que con Cruise siempre hay un poquito más de preocupación, cuando están haciendo las escenas de acción, porque se avienta absolutamente a todo. Y eso que no le tocó lidiar con los saltos de edificios y similares en Misión imposible.
Brad, por lo que entendemos, es un poco más mesurado (cuando vean F1 se darán cuenta de que Sony, su personaje, es más estilo Cruise que Pitt a la hora de la hora). Pero eso sí, si Brad hace una cinta de carreras, se convierte en el mejor piloto del mundo. Ya tenía la pasión y eso lo llevó al límite. Y una vez ahí se relajó y lo gozó. Tom Cruise pareciera (eso ya no son palabras del director) que nunca se relaja si tiene un proyecto. No importa si es preproducción, volar por lo cielos o promoverlo.
En estos tiempos de lo desechable y la fama en redes, hay ejemplos que aún nos sirven para soñar. Y por ello, Tom Cruise, recibirá pronto su muy merecido Oscar honorario. Hacer que la gente vuelva al cine no es cualquier cosa.