Sociedad

“A mí me gustan las mujeres y Ponce”

  • Criando Consciencia
  • “A mí me gustan las mujeres y Ponce”
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

“A mí me gustan las mujeres y Ponce”.

Así, tan simple es como acabo de aprender que debería responder cuando alguna atrevida o posible conquista me pregunta respecto a mis arreglos sentimentales.

Alicia Murillo, es la escritora que me ayudó a clarificar esta sentencia. 

Ella, además, habla de su familia como una empresa en la cual ella y su esposo son socios. (De nuevo, gritos de fan enloquecida que por fin no se siente sola).

Es con esa frescura y esa simplicidad que en mi espacio privado nos hemos repartido las funciones emocionales, domésticas y económicas, eso sí, a través de mucho drama.

He hablado públicamente de la vez que a mi esposo se le ocurrió la grandiosa idea de abandonarme embarazada de nuestra tercera hija justo el día de mi cumpleaños, con quinientos pesos en las bolsas (la de él y la mía), mientras me veía a los ojos y me juraba que no me quería.

Salí a trompicones de ese restaurantito de gorditas al que jamás he podido volver y me derrumbé frente a la escuela de mis hijos. Mi amiga chiapaneca que literalmente mide treinta centímetros menos que yo tuvo que levantarme y llevarme a casa.

Después de eso, la buena Slytherin que soy decidió que sufriría dos meses, no más. 

Hasta los siete meses viviría el duelo que me dejó de tarea el ex marido de siete años y después me dedicaría a anidar para la llegada de Amanda.

Como relojito, Ponce regresó dos meses después a pedir disculpas y retractarse. Le propuse un trato: ser roomies. 

Co criar sin ser nada más que dos personas que pueden llevarse bien.

Y así, después de la funa de su vida, de navegar una crisis económica, emocional y física masiva, volvimos a vivir bajo el mismo techo.

Duramos un año sin contacto sexual. Que digo sexual, ni afectuoso. Un año en el que yo no retrocedí un ápice en mi exigencia de su renuncia a sus privilegios y, en cambio, exigí su incorporación consciente a la crianza, la carga mental, la carga económica y demás.

Ahora, cada que me preguntan si volví con él, el tipo que me abandonó estando embarazada tengo que decir (aún con vergüenza) que sí, volví con él porque se lo ganó a pulso.

Después de un año de trabajo duro (de su parte) y de encabronamiento (de la mía), después de OTRO AÑO de labores de conquista de su parte y de indiferencia racional de parte mía, volvimos a ser pareja.

Pero he aquí algo que pocos saben cobre mí y sobre mi relación con él: yo soy la mas libre de los dos.

Yo no soy heterosexual (gracias a las diosas) y he tenido experiencias que comprueban que tampoco soy bisexual. No me gustan los hombres en general. 

A mi me gustan las mujeres… con una excepción. 

Cuando nos dimos cuenta de eso, abrimos la relación, pero de nuevo, de mi lado. 

Él no está interesado en ser algo más que monógamo y mantenerme feliz mientras me enamoro profundamente de otras mujeres, porque, esa es otra, lo mío no se trata de sexo, se trata de la admiración, el respeto y el interés que siento por otras mujeres. 

De mis ganas de cuidarlas, amarlas y acompañarlas.

Así llegamos a la conclusión de que soy lo que las nuevas generaciones llaman demisexual, es decir, una persona que necesita un vínculo emocional con otra, en este caso, con otra mujer.

En resumen, Ponce, que ha renunciado a su privilegio patriarcal de no lavar platos y de coger con otras mujeres porque su esposa también puede hacerlo, desde esa vez que eligió ejercer su privilegio de abandonar, es a quien he elegido conscientemente para fundar una empresa exitosa compuesta de cuatro críos y varias metas en común.

Como dice Alicia:

“Lo único digno que un hombre puede hacer con su identidad es desmontarla”.

Y esa dignidad es la que me tiene enamorada.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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