Sociedad

Miserables

  • Criando Consciencia
  • Miserables
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Las rabiosas. Las que nacemos gritando cuando nos perforan las orejas para que se note que somos la clase complaciente, estamos aquí ahora, con las bombas en las manos y los hijos en la espalda.

Hay que ser muy miserable para decirle a quienes defienden a sus nietos huérfanos que esperen, que esperen y que sigan esperando por la justicia que no llega, afuera de la casa de la dirigente de la nación.

Hay que ser muy miserables para ponerse a hablar de colores cuando asesinan al padre de unos niños en un evento público, segundos después de tener a sus hijos cargando en los brazos.

Hay que ser de verdad míseros, cuando tienes a más de la mitad de la población generándote la riqueza del país totalmente GRATIS, para decirles que aquellos que fingen trabajar por la gente se van a aumentar sueldo, bonos y prestaciones, mientras al cien por ciento del pueblo le cuesta llegar a fin de mes.

Mi vecina sigue tendiendo los mismos calzones desde hace años. 

María tiene su tiendita cada vez más vacía. Josefa va y cobra las migajas del gobierno para los uniformes de sus hijos, pero sigue trabajando por outsourcing y rolando turnos, sin horarios decentes para la crianza.

La miseria no es nueva. La miseria es milenaria. Desde que el patriarcado se disfrazó de democracia, en su creación, olvidando convenientemente cómo se cimentaba todo un sistema, económico sobre la esclavitud de los cuidados. 

A nosotras las mujeres ningún color ni ningún lado nos sirve, a nosotras que por años también les hemos levantado los calcetines sucios del suelo a los libertarios del mundo, así que nos vengan a decir que la rabia del pueblo es de derecha.

La rabia del pueblo es legítima defensa. La de las mujeres es sagrada. 

Se nos han desangrado los hijos en las manos, se nos ha llenado la boca de tierra escarbando por sus cuerpos en el desierto, se nos ha asesinado ante las cámaras, hemos muerto agotadas de tanto buscar a nuestras hijas mientras nuestros nietos lloran. 

Hemos tenido que vender lo único que no nos pueden arrebatar para alimentar a nuestros hijos mientras el progenitor deposita un porcentaje de burla sólo porque se lo exige un juez.

La rabia nuestra no es política. La rabia nuestra es NUESTRA. Y óyeme bien, tú, miserable que no sabes de magia y linaje. 

Llevo a todas mis ancestras en la espalda, muertas de rabia también, hundidas en los huesos porque murieron de lo mismo que moriré yo:

No de vieja, sino de pobre; enferma, pero de pobreza; harta, pero de la injusticia de habitar en un sistema que utiliza el amor como arma y que cuando ve una Sagrada Defensa y una Digna Rabia en acción en automático razona todo patriarcalmente y no concibe que a nosotras no nos importen ni sus colores ni su acumulación de poder. 

Nosotras no atendemos sus malditas prioridades.

Nosotras tenemos hijas e hijos, madres y abuelas y estamos luchando por un mundo donde no se mueran de pena por vivir en él. 

Donde la pobreza no sea la norma, donde la ausencia no sea sangre. Donde los sueños si se construyan en la realidad, mejor que en cualquier parte.

La Digna Rabia y la Sagrada Defensa no tienen colores. Son la consecuencia de todas sus omisiones y sus acciones, miserables.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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